Pintor
Los burros no son para nada seres vulgares, ni de escasa inteligencia. Y aunque, en ocasiones, se muestren tozudos o cabezones, es de justicia reconocer el gran servicio que esta especie ha prestado a la nuestra, con docilidad y resignación. Puede que la fama de animales tontos que les acompaña, desgarbados o poco armoniosos, derive en cierta forma de la voz que emiten. Un roznido agudo y disonante, mezcla de profundo lamento y queja, desesperado y ansioso, que resulta del todo molesto y desagradable. Y como se repite en el tiempo, cual modo perpetuo, resulta si cabe más hiriente y chirriante.
En el capítulo veinticinco de la segunda parte del Quijote se cuenta la historia de dos alcaldes que subieron al monte para buscar a un burro que se había escapado, propiedad de uno de ellos. Acordaron separarse para peinar bien todo el terreno e ir rebuznando sin parar -imitando lo mejor posible la voz del jumento- por ver si el animal les contestaba e iba a su encuentro. Cuando por fin lo encontraron muerto, decidieron volverse a sus pueblos, desolados y entristecidos. Iban admirados, no obstante, por el virtuosismo que ambos habían conseguido en su imitación del rebuzno. Y los paisanos, con el acostumbrado gracejo e intención, parieron un chascarrillo que hasta hoy ha perdurado: "no rebuznaron en balde el uno y el otro alcalde".
La vigencia del dicho se demuestra en el rebuznar, casi diario, con que nuestros representantes nos regalan. El gran Juan José Ceba, aventajado sabueso en la detección de las sandeces multiplicadas, ya me puso en la pista de los primeros rebuznos emitidos por algunos recién llegados, meritorios practicantes de la cosa, aventajados discípulos: "¿Van ustedes a seguir nombrando ineptos, mediocres e ignorantes en cargos de responsabilidad?... Respuesta (primer rebuzno en si bemol mayor): "Creo que todas las personas que ocupan puestos de responsabilidad en mi partido son personas capaces". Y en lógica consecuencia, ahí van los nuevos delegados, escogidos entre la pléyade de alcaldes perdedores en los últimos comicios, quizás por la diligencia y el buen hacer demostrados en el duro aprendizaje del rebuzno, tras años de gestión municipal. Se comprende entonces el segundo rebuzno en fa (con soplapollez incluida): "Los dos delegados no necesitan rodaje para su gestión en la Junta".
Tercero en re mayor: "Ser alcalde imprime carácter". Debe de ser que te adiestra brillantemente en el arte del rebuzno. Y prosperan aquellos que mejor lo hacen, quienes demuestren un elocuente grado de maestría; solo en ellos se cumple el refrán cervantino: "no rebuznaron en balde…".
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