Prietas las filas o el terror de las listas abiertas

Víctor Mengual Arrufat
Articulista

La partito-democracia o el “Estado de los Partidos Políticos” es en esencia un elemento destructivo de la democracia ya que los partidos son oligárquicos y sancionan al miembro disidente de las decisiones del líder, por lo que éste acumula demasiado poder y practica una tiranía de partido. Deberían abrirse las listas electorales y que el pueblo pudiera elegir en su distrito a su representante directo, a quien le exigiría responsabilidades. Le obligaría a serle fiel a él y no al líder de su partido; pues se mantendría, o no, en la política en la medida en que cumpliera sus promesas electorales y, en consecuencia, del grado de satisfacción que generara en su votante.

El sistema electoral de listas cerradas es una perversión de la democracia, pues acumula demasiado poder y genera la tiranía del líder, quien impone entre sus más fieles servidores los  cargos directivos del partido y del ejecutivo evitando la selección de los más capaces. Se consigue una “votación ciega” contraria a la esencia democrática. En las democracias de nuestro entorno, se elige a un ministro en función de sus méritos profesionales obtenidos en su actividad civil. Hoy en día eso es impensable en España. Nada  más tenemos que echar una mirada de todos los ministros que rigen nuestros ministerios. Todos ellos están debajo del paraguas del partido. No hay ningún ministro con valía contrastada en su trayectoria profesional. Tan es así, que respecto a los ministrables, su mejor valor es el ser contrastados y devotos miembros del partido gobernante, tanto es así que se intercambian los ministerios como si de cromos se tratara. El incapaz servil triunfa sobre el capaz librepensador. Ninguna empresa civil los contrataría.

No se buscan y eligen los más preparados entre los españoles más experimentados y capaces para gobernar la “Res Pública”. Resulta curioso y esclarecedor el observar que ya no existen  “objetores” en las Cámaras. Quien se mueve no sale en la foto. Hay una férrea disciplina de partido que destruye y expulsa al discrepante. Esa es la Tiranía del Poder, contraria a la democracia entendida como el  poder del pueblo, el gobierno del pueblo por el pueblo.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de la cantera de los partidos políticos se consigue a muy cortas edades. Ingresan impúberes en las juventudes del partido; pasan los años y en función de su sumisión y los aplausos a sus mandos, hacen carreras políticas fulgurantes y tendrán asegurado un alto cargo en su partido y, quizás, en el gobierno. El César exige buenos guardias pretorianos y recompensa generosamente, quizás con un Predio o Feudo en cualquier lugar del Imperio.

Esa acumulación de poder en la antigua democracia Griega se castigaba con el ostracismo. Esta ley fue decretada en Atenas contra la tiranía. La Asamblea se reunía cada año para aplicarla y votaban a mano alzada, y si se vislumbraban indicios de tiranía o abuso de poder en algún gobernante, volvían a tener otra votación pública dos meses más tarde. Esta se hacía al pie de la colina en la que se ubicaba el barrio del gremio alfarero de Atenas, por lo que al pie de dicha colina se arrojaban los restos de alfarería imperfectos, rompiéndose en trozos cóncavos que recordaban la concha de una ostra (Ostracon) En esta votación cada votante escribía en esa ostracón el nombre de la persona a quien quería desterrar. Si el nombre de dicha persona alcanzaba una determinada cifra de 6.000 votantes, las dos terceras partes del electorado ateniense, tenía que marcharse de Atenas y permanecer en el destierro durante 10 años.

¿Qué Partido político superaría la votación de la Asamblea de Atenas y se libraría del ostracismo?

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