Emilio Ruiz
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La gestión de la sanidad pública por la comunidad autónoma de Andalucía está llena de pequeños y grandes éxitos, y es de justicia reconocerlo. No solo en el campo de la investigación, sino también en el asistencial, en el de la gestión y en el económico. La extensión a todo el sistema nacional de salud de la receta por principios activos, modalidad de prescripción facultativa que se instauró en Andalucía hace varios años, es un acto de reconocimiento público a quien supo adoptar una medida que rebajó de manera drástica la factura sanitaria. En Andalucía, afortunadamente, desde entonces, pasó a mejor vida la típica escena del visitador médico que irrumpía en plena consulta para ofrecer al médico los productos de su laboratorio y tal vez “alguna cosita más” si el médico los prescribía con frecuencia. Las farmacias y no pocos profesionales y pacientes pusieron el grito en el cielo intentando hacer ver que los genéricos no tienen la misma eficacia que los medicamentos de marca. Eso puede ser discutible, ciertamente. Pero lo que no era discutible es que muchas veces lo que entra en juego son aspectos económicos más que científicos. Como tampoco nadie puede discutir que desde que empezó a recetarse por principios activos la mayoría de los medicamentos han reducido drásticamente su precio.
Si un gran éxito ha sido para el SAS la instauración de la receta por principios activos, no ha sido un éxito de menor importancia la implantación de la receta XXI. Los enfermos crónicos o los enfermos con prescripciones prolongadas no tienen necesidad de acudir a su médico de cabecera cada vez que necesiten reponer la medicina que toman habitualmente. Con la receta XXI, el usuario acude directamente a la farmacia, que le dispensa periódicamente la medicina del tratamiento que tiene puesto sin necesidad de tener que ir antes al médico de cabecera a por la oportuna receta. Desde que se implantó la receta XXI, en el año 2006, ha disminuido un 20 % la asistencia que se presta en los puntos de atención primaria. Los médicos pueden, por fin, emplear todo su tiempo en atender la salud de sus pacientes y no, como antes, en rellenar cientos de recetas cada día.
El sistema de la receta XXI es tan novedoso que padece ciertas desviaciones que el SAS tiene que ver cómo corregir. Al estar establecida la periodicidad con la que la farmacia puede dispensar las medicinas, de acuerdo con la dosificación que el médico ha establecido, son muchos los enfermos que abandonan el tratamiento antes de tiempo o bien no toman las medicinas con las pautas que el médico le ha indicado. En estos casos, al estar acogidos al sistema de receta XXI, la cantidad de medicamentos consumidos es inferior a los disponibles en farmacia. No son pocos, y si así lo decimos es porque tenemos pruebas fehacientes de ello, los farmacéuticos que presionan a sus clientes habituales para que retiren medicinas que no necesitan pero de las que pueden disponer por estar acogidos a la receta XXI. Como tampoco son pocos los enfermos que acumulan en su casa decenas de cajas de una medicina que nunca van a tomar.
Los usuarios acogidos a la Receta XXI deben saber que, aún en el caso de que una prescripción médica continúe dada de alta en el sistema, su retirada de la farmacia no es obligatoria. Y los farmacéuticos deben saber, y saben, que presionar a un cliente para retirar una medicina que no va a tomar es un acto de deslealtad con un sistema, el de la sanidad pública, que nos cuesta mucho dinero y que, entre todos, tenemos que hacer lo posible por preservar durante mucho tiempo.
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