David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar
Aunque los nuevos planes de estudio de las Universidades hayan traspasado las pruebas de recuperación de septiembre a julio, para los de mi generación septiembre siempre tendrá la consideración de mes de las segundas oportunidades, el momento en el que traspasar las barreras que nos frenaron en junio.
Este año, la sensación de suspenso en la actividad económica es más amplio que en otras ocasiones: nos vamos a meter en agosto con una tasa de paro de más del 20% a nivel nacional y un escandaloso 35% a nivel provincial, con una clase política que, o bien está aterrizando o bien se está despidiendo de una legislatura que, desde el mismo momento que Zapatero pronunció las palabras “elecciones anticipadas”, ya estaba muerta y enterrada. Nos vamos de vacaciones (quien puede hacerlo) con una sensación de tormenta interrumpida mucho mayor que en los años precedentes.
Por otro lado, en los últimos años septiembre ha sido un mes negro para la economía. Fue en septiembre cuando estalló el escándalo de las Subprime. Y justo un año más tarde, en septiembre de 2008, la Fed dejaba caer Lehman Brothers. Nos estamos acostumbrando a no esperar nada bueno de este mes. Es como si las malas noticias pasaran los calores del verano agazapadas en la orilla para caer sobre nosotros con las olas provocadas por las tormentas del final del verano.
El problema es que este año, para la economía española, septiembre pasará en blanco. Normalmente es cuando se negocian los presupuestos del ejercicio siguiente, pero en esta ocasión no habrá ningún aliciente para su aprobación. El Gobierno da la impresión de querer escapar de su prisión dorada lo antes posible y sin acumular más tarascadas en la piel, y la oposición está pensando en el desembarco, así que no lo pondrá fácil para la aprobación de un nuevo presupuesto que no será suyo. Así las cosas, Zapatero ya lo ha dicho, lo más sencillo será que tengamos unas cuentas prorrogadas, con el plus de dificultad e incertidumbre que ello genera.
No pudiendo esperar casi nada del ámbito político hasta al menos diciembre o enero, con un nuevo gobierno al mando del timón, lo que nos queda es el funcionamiento de empresas y mercados. Éstos han decidido que somos siameses de Italia y han unido, de momento, nuestra suerte a la del país transalpino, lo cual es malo, pero también es bueno: España e Italia juntas son un pellizco demasiado grande de la economía del euro como para permitir que caigan. Y al otro lado del Atlántico, los políticos estadounidenses van a agotar hasta el último segundo para aprobar el aumento del techo de gasto, pero con unas condiciones que dificultarán (o harán imposible) el nuevo plan de estímulo por el que abogaba la Fed.
Septiembre, por tanto, tiene toda la pinta de esperarnos colmado de tormentas, esas que ahora mismo se están preparando sobre la calmada superficie en medio del océano, esas que se hacen más terribles cuanto más calor se acumule. Disfrutemos del cálido verano, porque a la vuelta de la esquina nos está esperando un tormentoso otoño.
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