Kayros
Periodista
Recio tiempo, recio turismo. La senadora Agüero, que presumiblemente debe estar enterada del tema, trazó hace poco aquí un panorama bastante deprimente. No sé si la costumbre de criticar al Gobierno de manera global le hizo ver el turismo como un desastre también global. Sin embargo los datos disponibles no se corresponden con esa visión un pelín catastrófica, y conste que no me fío de las estrategias comerciales de Internet.
La ocupación hotelera en la provincia de Almería, especialmente en Mojácar y Roquetas, dicen los periódicos, que alcanza casi el cien por cien. Y otro tanto cabe decir de Andalucía en este tórrido ferragosto, doblada ya la segunda quincena del mes de fuego. Por lo que hace al país, sin contar los acontecimientos religiosos que ahora nos ocupan, tenemos un nivel de visitantes cercano al de otras temporadas de verano. Bien es cierto que la dificultades económicas que atravesamos, sin esperanza de que se disuelvan pronto, inciden en el ánimo viajero tanto entre los turistas de interior como entre los que llegan de fuera. No podemos ocultar que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha hecho fracasar los parques de atracciones. Pocos son rentables en este momento. También es justo decir que los españoles estamos a la cabeza de los retrasos por falta de capacidad para asumir el volumen de aviones en ruta.
A pesar de estos defectos organizativos nuestro turismo no decae, convirtiéndose en fuente de riqueza. España en paz, España sin muertos de ETA, con tráfico todavía aceptable, con buenas autovías y carreteras representa un buen aliciente para salir de casa. Claro que no todo debe ser turismo de sol y playa. El modelo hace tiempo que hizo crisis porque los extranjeros pedían algo más que estar todo el día tumbado en la arena a la orilla del agua. Desde esta óptica tenemos que reconocer que nuestra oferta almeriense es bastante pobre. Salvando la Alcazaba, la Catedral, los Refugios de la Guerra Civil y las salidas a Cabo de Gata, poco más podemos mostrar a los visitantes pese al esfuerzo de algunos animadores culturales que se desviven por las cosas del cine etcétera. A propósito ¿qué se hizo del Aquarium de Roquetas? ¿Y cuándo acabará el espinoso asunto de la ermita donde arranca “Bodas de sangre?
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