Teleprensa
Editorial
Es normal que algunos políticos se empeñen en tener una visión anacrónica de las necesidades de Almería, porque es muy difícil tener una imagen real de las necesidades del ciudadano si la única investigación que se hace sobre el terreno es un vistazo de tarde en tarde y desde la ventanilla del avión de Madrid, más intensa, eso sí, cuando queda poco para decidir quiénes irán en las listas del Congreso y del Senado.
Los problemas de Almería, a día de hoy, no son ni el agua ni las camas hospitalarias por dos sencillas razones. La primera, porque la red de desaladoras puesta en marcha por los distintos gobiernos es suficiente para atender las necesidades actuales y de crecimiento. De hecho, ninguna funciona al total de sus posibilidades, ni las que dependen de las administraciones del PSOE ni las del PP, quizás porque se empezó la casa por el tejado, quizás porque aún no se ha sabido solucionar el dilema de quién paga las conducciones. La segunda razón, referente a las camas sanitarias, sólo precisa de un leve vistazo hacia atrás. Almería tiene a día de hoy un centro hospitalario, Torrecárdenas, que poco tiene que envidiar a otros de distintas provincias. Cuenta con el centro de alta resolución de El Toyo, y desde hoy con el de Nicolás Salmerón, antiguo Provincial, pero en breve también con el materno infantil, sin olvidar el hospital de Poniente, en El Ejido o La Inmaculada en Huércal Overa, ni el colindante de Guadix. No, el problema no es la falta de camas, aunque puede que su gestión sea mejorable, pero tampoco es deficiente.
Si toda la artillería que existe para demandar nuevas infraestructuras para Almería se basan en agua y sanidad, eso sólo quiere decir una cosa: que la ventanilla de avión desde la que se mira está tan alta que cuesta muchísimo tomar tierra y sentir las verdaderas necesidades de la provincia. Por ello y no por otra cosa se precisan políticos que se sientan cómodos aquí, en Almería, y no en Madrid.
Se podría haber dicho más alto pero no más claro; hay que hablar de lo de siempre, porque si hay que hablar del eje ferroviario del mediterráneo, y tenemos que sumar votos en Murcia y no restarlos en castilla la mancha o Zaragoza, si tenemos que criticar el déficit pero solo de las comunidades de "los otros" pero no de las propias; si tenemos que hablar de que nosotros salimos de una crisis, olvidando que los otros nos sacaron de otra, pero que esta es distinta y diferente; si tenemos que hablar de la Nación española pero también de la "nación catalana"; o del precio de la energía, o de las comunicaciones portuarias, o de todas esas cosas de las que hemos olvidado lo básico, son cosas que nos afectan a todos(muchas de ellas son globales o mundiales como se decía antes), y en ellas el egoísmo localista o nacionalista no es más que un problema añadido. Es por tanto para sumar y no restar y no meterse en ningún jardín, es mejor hablar del pasado, y mucho mejor expresarlo como si yo o él “hubiera o hubiese hecho”, al fin y al cabo el “tiempo pasado” es el único que no se puede conjugar en pretérito pluscuanperfecto del subjuntivo (ahora no se cómo se llamará a este tiempo verbal).
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