Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista, Asociación de Críticos y Escritores de Cine de Andalucía
Está claro que en tiempo de crisis hay que echarle imaginación a la realidad. Y más en lo cultural, que suele ser el chivo expiatorio en estas situaciones. La cultura, por lo general, es el primer sacrificio que se acuerda cuando la cuestión económica no funciona como debiera, según los que ejercen el poder. Y en este caso le ha tocado a una de las imágenes, nunca mejor dicho, de la cuestión cultural almeriense: el Festival Internacional Almería en Corto. De más de doscientos mil euros, el recorte deja el presupuesto en unos 30.000. Y con eso dinero, ya me dirán en qué se va a quedar el festival este año, si es que al final hay festival.
El festival de cortometrajes está, por consiguiente, a punto de cumplir su segunda etapa, si un milagro no lo remedia. Ya hubo dos etapas anteriores que cumplieron con su aportación para dinamizar el ambiente cultural de la provincia, no siempre clarificador de la realidad, teniendo en cuenta que la visión cultual es la que ejercita el derecho al pensamiento crítico sobre todo. Y claro, eso suscita muchos recelos en el sistema. La imagen del festival es verdad que necesita un análisis crítico, pero ahora no es el momento.
La idea de “Almería, Tierra de Cine” se inició como tal en la época de Tomás Azorín, presidente de Diputación, para recuperar y potenciar los escenarios de rodaje y crear una infraestructura, con una envergadura que luego se fue diluyendo en el tiempo sin conseguir sus objetivos. El festival inició su andadura en 1996, una iniciativa que partió con Mari Carmen Crespo, diputada de Cultura (hoy alcaldesa de Adra), con Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, en la presidencia de Diputación. La diputada de Cultura escuchó sugerencias de algún que otro técnico-asesor, para situar el cine en algo más que un recuerdo narcisista de la época dorada de los rodajes de películas.
Entre 1996 y 2000, se vivió el festival “Almería, Tierra de Cine”, ¿lo recuerdan?, de ámbito nacional, y que poco a poco fue abriendo caminos y vías en distintas direcciones. Aparte del reconocimiento a figuras destacadas del mundo del cine, por su aportación a la situación del paisaje almeriense, como escenario cinematográfico, hubo otros aspectos: pequeñas historias en imágenes, premios (en general modestos pero que alimentaban la ilusión de jóvenes realizadores de vídeos), libros, exposiciones, algunos artistas. No se trataba de dar un espacio al glamour, nunca lo fue en demasía, afortunadamente. Pero sí conectaba con la calle, con los jóvenes, para alimentar el futuro del cine, creando un cuerpo social de aficionados cinéfilos, poniendo las bases para la cultura crítica sobre lo que pasa en el mundo, Almería incluida. “Almería, Tierra de Cine” duró cinco años. En principio, se trataba de ponerle punto final, lo que desató protestas, entre ellas las de Manuel Martín Cuenca, cineasta almeriense, y la creación de una plataforma para la continuidad.
La situación provocó una segunda etapa, con el paréntesis de 2001, también con Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, presidiendo la Diputación. El festival cambió de fechas, de diciembre pasó a mayo y adquirió nueva condición. Nació así el Festival Internacional “Almería en Corto”. El festival mantuvo el esquema general de lo anterior, pero más diversificado, desarrolló una mayor cobertura, llegó a pueblos de la provincia, abrió horizontes con distintos planteamientos: más películas, cursos, publicaciones, coloquios, exposiciones, entre películas y vídeos, y distintos ámbitos. El glamour tenía su espacio y las ceremonias sociales alimentaron también el ego de una sociedad decidida a escapar de sus limitaciones. El festival mantuvo este esquema con José Añez en la presidencia de Diputación y en la etapa de Juan Carlos Usero se volvió a las fechas de diciembre, único cambio en general.
Y ahora, con Gabriel Amat y su visión austera de la gestión política, el festival se encuentra al borde del precipicio.
Lo que nunca se puede perder es la imaginación en cuestiones culturales. Y de ahí, que éste sea un gran reto para descifrar si existe o no imaginación en la clase política de la Diputación. El cine llega a la sociedad a través de las salas y de la televisión. Y eso supone una gran labor que el mundo del cine desarrolla o debería desarrollar, si le dejan, en todos los ámbitos, incluido el educativo, como medio de expresión artística, de comunicación, que despierta la imaginación y alimenta los sueños e ideas de cada espectador dispuesto a ello, con un gran poder de influencia sobre la vida en general y sus habitantes. Y todo eso convierte al cine en un medio imprescindible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario