Francisco Giménez Alemán
Periodista
El Partido Popular de Andalucía obtuvo su mejor resultado relativo en unas autonómicas cuando el 12 de junio de 1994 estuvo a punto de ganar las elecciones, al quedar solamente cuatro diputados por debajo del PSOE. Este último obtuvo 45 escaños y el PP 41. Es seguro que el centro-derecha no hubiera podido gobernar, aun en el caso de haber obtenido un diputado más que los socialistas, porque estos habrían contado, sin la menor duda, con los veinte escaños que se apuntó IU-CA, y que sin embargo sirvieron para llevar a Diego Valderas de la presidencia del Parlamento en una operación política muy polémica: la famosa “pinza” de la derecha y la izquierda de la que saldría para el PP la enseñanza de “nunca más”.
¿Qué ocurrió en la primavera de 1994 para que la formación de Javier Arenas no alcanzase el triunfo electoral que le daban las encuestas, frente a un PSOE metido en una retahíla de escándalos que en efecto le pasaron factura, aunque no como para perder la Junta? Conviene recordar los resultados provincia a provincia. El PP le empató al PSOE en cuatro (Almería, Cádiz, Jaén y Málaga) y le ganó en Granada. Los socialistas ganaron por la mínima en Córdoba y Huelva y tuvieron su mejor resultado en Sevilla. Nunca hasta entonces los populares se habían situado tan cerca de la victoria en Andalucía.
Sin embargo, el mapa político andaluz ha cambiado desde entonces y por primera vez, el 22-M, los populares han superado en cerca de 300.000 votos a los socialistas, haciéndose con las Alcaldías de las ocho capitales de provincia y cinco Diputaciones. Sin necesidad de extrapolar estos datos –nunca dos elecciones son idénticas en el comportamiento del sufragio- parece una evidencia que de repetirse un tanteo semejante el PP podría formar Gobierno con mayoría absoluta, y sin lugar a dudas sería el partido más votado. A mayor abundamiento, todas los sondeos, desde hace más de un año, avalan esta hipótesis, razón por la que el candidato Griñán quiere poner tiempo de por medio para distanciarse del más que probable fracaso de los suyos en las generales del 20-N y a la espera de que en los primeros meses de gobiernos autonómicos populares se señale una senda de ajustes que pudiera ser la hoja de ruta de Rajoy en la Moncloa. Aunque esta última estimación no parece compadecerse con la realidad a la vista de que más del 70 % de los españoles (según una encuesta de El Mundo) apoya la reforma constitucional, o lo que es lo mismo son partidarios de fijar un límite al déficit, cuya traducción práctica habrá de ser los recortes presupuestarios.
Pero los de Javier Arenas tienen un enemigo que no da la cara: es el exceso de confianza. Seguramente es lo que le ocurrió al electorado de centro-derecha en 1994 al pensar que ya estaba vendido todo el pescado y excusar su asistencia a las urnas porque al fin y al cabo un voto de menos… El PP-A tendría que rebajar su nivel de entusiasmo, su optimismo y, por tanto su confianza (confianza sí, ma non troppo) hasta las 20.00 horas del día de las elecciones autonómicas.
(El Correo de Andalucía)
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