Antonio Lao
Director de Diario de Almería
La llegada de José Luis Sánchez Teruel a la secretaría general del PSOE de Almería ha traído nuevas formas. No lo tiene fácil y tampoco se lo van a poner aquellos que, desplazados o alejados por los errores, los compromisos, la altanería y el desgaste de los años, no quieren o no saben ver que su tiempo pasó. La elaboración de las listas al Congreso y al Senado está siendo la primera prueba de fuego del joven secretario general. Trata de cuadrar un círculo complejo, bajo un paisaje sombrío de pérdida de poder y de cambio de ciclo al que es difícil, no imposible, hacer frente.
Pero claro, siempre los hay impacientes. Aquellos que han soportado de forma estoica tres lustros de pérdida de elecciones y que, ahora, quieren que todo lo resuelva Sánchez Teruel de un plumazo o que se vaya. ¡Qué crueldad más infinita y qué embudo o rasero para medir la valentía, la coherencia, la fuerza y hasta la capacidad de liderazgo de unos y de otros! No se debe caer en errores simples, en comparaciones odiosas o en las rémoras que se arrastran. En el PSOE, como en otros partidos políticos, mantener el equilibrio entre todos los que ejercen, quieren o aspiran al poder es extremadamente delicado. Pero de ahí a creer o pensar por un momento que el secretario general es rehén de aquellos que lo han ayudado en su ascenso media un abismo. Los tiempos que corren son de cambio de ciclo. De la vuelta al poder del Partido Popular y de una oposición, esperemos que constructiva, de los socialistas. Por tanto el "castigo" hacia los que gobiernan esta fuerza política en Almería debe medirse con la misma mesura, al menos, que con la que se medían las derrotas de aquellos que lo gobernaban en tiempos de bonanza.
El papel de Sánchez Teruel no es fácil. Lo sabía antes de acceder a la secretaría general. Lo que tiene que buscar es esa fina línea que mantenga la ilusión, la coherencia y la esperanza en el cambio. Que devuelva el sentido de ser socialista a la militancia y que las derrotas se lloren en común y las victorias se celebren unidos. Lágrimas y sonrisas que en el PSOE se habían perdido en beneficio de un partido a la americana, no entendido por casi nadie de los que lo pueblan.
Pero claro, siempre los hay impacientes. Aquellos que han soportado de forma estoica tres lustros de pérdida de elecciones y que, ahora, quieren que todo lo resuelva Sánchez Teruel de un plumazo o que se vaya. ¡Qué crueldad más infinita y qué embudo o rasero para medir la valentía, la coherencia, la fuerza y hasta la capacidad de liderazgo de unos y de otros! No se debe caer en errores simples, en comparaciones odiosas o en las rémoras que se arrastran. En el PSOE, como en otros partidos políticos, mantener el equilibrio entre todos los que ejercen, quieren o aspiran al poder es extremadamente delicado. Pero de ahí a creer o pensar por un momento que el secretario general es rehén de aquellos que lo han ayudado en su ascenso media un abismo. Los tiempos que corren son de cambio de ciclo. De la vuelta al poder del Partido Popular y de una oposición, esperemos que constructiva, de los socialistas. Por tanto el "castigo" hacia los que gobiernan esta fuerza política en Almería debe medirse con la misma mesura, al menos, que con la que se medían las derrotas de aquellos que lo gobernaban en tiempos de bonanza.
El papel de Sánchez Teruel no es fácil. Lo sabía antes de acceder a la secretaría general. Lo que tiene que buscar es esa fina línea que mantenga la ilusión, la coherencia y la esperanza en el cambio. Que devuelva el sentido de ser socialista a la militancia y que las derrotas se lloren en común y las victorias se celebren unidos. Lágrimas y sonrisas que en el PSOE se habían perdido en beneficio de un partido a la americana, no entendido por casi nadie de los que lo pueblan.
(Diario de Almería)
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