Víctor Mengual Arrufat
Articulista
Charles-Louis de Secondat, Barón de la Brede y de Montesquieu (1689-1755), escritor y político francés, fue uno de los representantes más destacados del pensamiento de la Ilustración y uno de los padres de las democracias actuales. Nos dejó un precioso legado: las bases de la Democracia en su inapreciable libro El espíritu de las leyes (De l'esprit des lois). Propagó la separación de poderes del Estado, a saber, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este es un requisito obligatorio para evitar la temida acumulación de poder por el gobernante. Su carencia lleva a la corrupción del propio Estado. Este abuso es antiguo. Ya los griegos, en tiempos de Pericles, lo combatieron condenando al ostracismo, es decir, a la expulsión del corrupto durante 10 años de la ciudad de Atenas. Las nacientes democracias occidentales abrazaron a Montesquieu y desde entonces, a pesar de su muerte, ha seguido viviendo entre nosotros.
Durante la Transición , la joven Democracia Española tuvo que pactar con el antiguo régimen las reglas de juego, que a la larga nos permitieron sacudírnoslo y entrar en un nuevo e ilusionante amanecer. Los políticos de aquel entonces eran conscientes de que la línea entre la dictadura y la democracia era muy tenue, casi indistinguible y muy frágil.
Se pactaron las formas de nombramiento de los miembros que conformarían aquellas jóvenes instituciones y que nos deberían conducir a una sociedad moderna y, sobre todo, democrática. Se buscó la forma de “embutir” en el Parlamento, junto a los conservadores, a todos los representantes del espectro político español de la época; para, de este modo, poder atemperar los ánimos de los reaccionarios franquistas. Para ello, se intentó que todas las instituciones, incluidas las judiciales, tuvieran cierta composición proporcional. Ese fue el acertado plan para navegar por aquel rio de aguas turbulentas lleno de peligros reaccionarios.
Posteriormente, se siguió pensando que lo más “democrático” era que se integrara en el Poder Judicial la proporción obtenida en las elecciones legislativas de la época. Lo que fue necesario para asentar una democracia incipiente durante la transición no lo es hoy en día, pues han variado las circunstancias y aquellas acertadas medidas pueden ser hoy el peor enemigo de nuestra democracia y comenzar a corromper sus propias bases.
En España los políticos, y quiero remarcar especialmente que han sido todos y de todos los colores, han dejado morir a Montesquieu. Y descaradamente nos han vendido una democracia falseada y manejada descaradamente por ellos mismos. Han conseguido convertirla en un triste títere para poder manejar las cuerdas a su gusto. La han convertido en un instrumento para obtener sus propios fines particulares. Ningún Estado puede permitir el abuso de poder de su Gobierno y, por ende, la corrupción. Se deben mantener estancos e independientes los tres poderes.
Pasemos a ver lo que pienso que ocurre en España. Ya se me plantean muchísimas dudas democráticas sobre la legitimidad de que los partidos mantengan las listas cerradas, con lo que el líder castiga a los senadores y diputados que no se sometan a su voluntad, y pensemos que éstos serán el futuro Poder Legislativo, por lo que éste estará absolutamente controlado por el ejecutivo al no existir libertad de voto. Siempre se legislará a gusto del ejecutivo. En las votaciones de importantes leyes, los diputados olvidarán su voto en conciencia y estarán muy pendientes de observar y contar los dedos de la mano levantada del portavoz de su partido y después votarán en consecuencia con la orden recibida.
Siendo así, vemos que los políticos legislan buscando su interés y complacencia: los aforamientos, reglamentos parlamentarios, prebendas, jubilaciones, cargos, donaciones y subvenciones a sus propios partidos, sus propias subidas de sueldos, un sinfín de ventajas que todos conocemos y muchas más que desconocemos. Se autojustifican diciendo que son los “representantes” del pueblo y que lo que ellos quieren también lo quiere el pueblo.
Respecto al Judicial, este poder se debería limitar a controlar que sus órganos ejecuten las leyes. Se vulnera su propio espíritu al mantener las cuotas de los partidos mayoritarios en su seno, por lo que indirectamente se podría resolver a favor del que más miembros afines mantenga en el mismo. La Ley debe ser ciega para no poder ver a quién juzga y de ese modo ser ecuánime en sus decisiones. De la Fiscalía ni hablemos, pues la nombra directamente el Gobierno.
No se han conformado con interferir en el buen funcionamiento de esos poderes, sino que han tratado de hacerlo en el cuarto y el quinto poder.
El Poder Financiero. En cuanto a las Cajas de Ahorro, ha sido vergonzoso enterarnos de cómo han puesto al frente de las mismas a políticos de un signo u otro en función de cuotas de representación obtenidas en cada una de las CC.AA. Así nos ha ido, ahora tenemos que reflotarlas con nuestro dinero y, por supuesto, nadie es responsable del despilfarro, mala gestión y quiebra. Todos se van de rositas. Deberían legislar y castigar penalmente el despilfarro. Pero, ¿cree alguno de ustedes que legislarán en su contra?
El Poder Mediático. Por excelencia es el creador de opinión del pueblo. Los gobiernos de turno intentan hacerles guiños para conseguir de ellos portadas amables. Los hechos noticiables son sólo hechos que Juan Pueblo deberá analizar y sacar sus conclusiones. Esa exposición de los mismos debería ser ajena a la ideología de cada medio. Otra cosa será el punto de vista que le de cada uno. En algunos casos, han conseguido polarizar ciertos medios de comunicación y enfrentarlos con lo que se consigue el resultado de deformar la visión verdadera de la actualidad.
¿Quién podía pensar que un político es capaz de pensar en otra cosa que no sea su propio interés? Están denostados, pero, sin duda, se lo han ganado a pulso. Nos es vital que hagan algo por lavar su imagen.
Se atribuye a Alfonso Guerra la triste frase de “¡Montesquieu ha muerto!”. Yo creo que no ha sido de muerte natural, y sí que lo han matado nuestros políticos. Espero que llegue un Jesucristo capaz de decirle “Levántate y anda”. Así y todo, les deseo muy buenos días, diciendo: ¡Viva Montesquieu! y ¡Muera la Corrupción !
Donde dice "antiguo régimen", deberia de referirse a "anterior régimen".
ResponderEliminarDon Víctor, le he de decir que me ha gustado mucho y me ha recordado lo que ocurrió en aquellos tiempos. Yo tambien espero que muera la corrupción y que los políticos tengan verguenza y cambien sus propias leyes que les protegen y cobijan. Que no utilicen el Parlamento para beneficiarse ellos mismos.
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