José Fernández
Periodista
Los ecologistas han recogido 15.000 firmas para pedir el derribo del epicéntrico hotel del Algarrobico, ese Moby Dick hormigonado que todavía resopla sobre el rompeolas de Carboneras. Sumen mi simbólica rúbrica a tan enternecedor empeño, pero permítanme que use un tono decididamente silvestre para decir a los recolectores de apoyos que verdes las han segado. Vamos, que la llevan en el pico.
Y es que uno siempre ha visto en esa obra una metáfora perfecta del psicodrama del juntandalucismo que, por un lado, adapta, vulnera o adoba las normas legales según le convenga puesto que parte de la premisa de la propiedad familiar del poder, y que por otro sigue sujeto a los clichés que se esperan de una administración ecopolíticamente correcta. “Doctor: quiero demoler lo que he querido construir. ¿Es grave?”.
Una vez más hago pública mi impresión de que hoy estamos más cerca que ayer de la inauguración de este resort, al que veremos abierto un día de estos bajo la argumentación de que el único modo de superar la compleja madeja administrativa en la que anda enredado es la teoría del daño menor y las necesidades económicas de una comarca azotada por el paro. Es decir, que tendremos alfombra roja, canapés, pirotecnicas y suplementos especiales de prensa. Todos contentos, salvo los jornaleros de las multinacionales salvaplayas. Y es que la reclamada demolición podrá ser todo lo justa que ustedes quieran, pero cada vez parece más improbable, por mucho que los señores de la Junta anuncien la inminente entrada de los dinamiteros.
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