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El “caso Nueva Rumasa”, que tiene como protagonistas principales a José María Ruiz-Mateos y sus seis hijos –varones, por supuesto-, es tan repugnante que cuesta creer que puedan suceder cosas así en un país serio como se supone que es España. No solo han estafado a los bancos, han arruinado a cientos de proveedores y han roto las ilusiones y la esperanza de un montón de incautos ahorradores, sino que, encima, se permiten el lujo de reírse de todos ellos ante sus propias narices. La última representación familiar, la semana pasada, fue tan grotesca como todas. Más desvergüenza junta es imposible. Con la solemnidad que les es habitual han anunciado que han vendido sus empresas, por 1.500 millones de euros, al grupo empresarial propiedad del empresario Ángel Cabo Sanz. 1.500 millones de euros es justamente el pasivo de las empresas. Es decir, que las han vendido por cero euros. Por las deudas, vamos, que solemos decir.
José María Ruiz-Mateos y sus seis hijos varones |
¿Y quién es el tal Ángel Cabo? Pues menudo personaje. Este hombre es el mismo que compró hace unos meses Viajes Marsans, y un poco antes, la constructora Teconsa. Su misión en esta vida es comprar gratis empresas en quiebra o en suspensión de pagos y liquidarlas poco a poco. En el proceso, repesca todo lo que puede, posiblemente en connivencia con los antiguos propietarios. Arriesgar, no arriesga nada, pues quien compra en realidad ni siquiera es él a título personal, sino una empresa pantalla. En este caso, la empresa se llama Back in Business. Tiene un capital social de 3.000 euros y su objeto social es la venta de artículos de regalo. Y esta empresa será, según Ruiz-Mateos, la que tendrá que hacer frente a las obligaciones contraídas, pues “la compra no altera las garantías concedidas a los inversores en las distintas emisiones de pagarés de Nueva Rumasa”. ¡Habráse visto más cinismo!
No hace falta ser un adivino para saber cómo va a terminar toda esta historia: aquí, el que más puso, más perdió. José María Ruiz-Mateos y sus seis hijos –varones, por supuesto- limpiarán su conciencia, si es que no la han limpiado ya, ante su confesor de cabecera. Con dos padres nuestros y tres aves marías habrán pagado sus tropelías. Los “jayeres” los tendrán a buen recaudo. A los bonistas perjudicados el único consuelo que les queda es tomarle la palabra de aquello que dijo: “antes de fallaros, me quitaría la vida... si mi religión me lo permitiera”. Pero, claro, me parece que su religión, que posiblemente será la misma que la de sus bonistas, no se lo permite. Qué poca vergüenza.
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