Matías Valverde Romera
Cuántas veces no hemos usado la expresión “mirarnos el ombligo”: cuando tenemos un acuciante problema que nos afecta, a veces nos olvidamos de los demás. La tan repetida crisis (¡cuántas veces escuchamos la palabra a lo largo del día, hasta hace bien poco tabú!) si no nos afecta en primera persona, raro, directamente repercute en familiares, amigos u otros conocidos muy cercanos. La preocupación, socialmente global y compartida, nos atenaza. Sentimos una incertidumbre hacia el futuro, que nunca antes habíamos experimentado desde hace al menos una o dos generaciones. Pero, ¿nos acordamos de lo que pasa más allá de nuestro entorno?
Médico. Profesor de la Universidad de Almería
Miembro de EQUO–Almería
Cuántas veces no hemos usado la expresión “mirarnos el ombligo”: cuando tenemos un acuciante problema que nos afecta, a veces nos olvidamos de los demás. La tan repetida crisis (¡cuántas veces escuchamos la palabra a lo largo del día, hasta hace bien poco tabú!) si no nos afecta en primera persona, raro, directamente repercute en familiares, amigos u otros conocidos muy cercanos. La preocupación, socialmente global y compartida, nos atenaza. Sentimos una incertidumbre hacia el futuro, que nunca antes habíamos experimentado desde hace al menos una o dos generaciones. Pero, ¿nos acordamos de lo que pasa más allá de nuestro entorno?
La crisis internacional está teniendo gravísimas consecuencias para los más desfavorecidos: 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema en todo el mundo. Esta situación sucede cuando las personas no pueden satisfacer varias de las necesidades básicas para vivir como alimento, agua potable, techo, sanidad, y cuidado de la salud.
La erradicación de la pobreza extrema y del hambre es la primera meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados por 179 estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas en el año 2000, siendo objetivo para el 2015. En los últimos años había datos esperanzadores de recuperación, que han recibido un mazazo definitivo debido a la crisis económica internacional. Más de 1000 millones de niños y niñas sufren una grave carencia de por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse.
La primera hambruna del siglo XXI afecta a más de 13 millones de personas en el cuerno de África (Somalia, Etiopía...). En todo el planeta casi 1.000 millones de personas sufren hambre según la FAO y el PNUD, organismos de Naciones Unidas. Esto es inconcebible, sabiendo que se producen alimentos en cantidad suficiente para alimentar al doble de la población mundial; así, no es la escasez de alimentos, sino el mal reparto y la deficiente accesibilidad a los recursos básicos la que subyace y perpetúa esta situación. Por otro lado, el crecimiento de la demanda de biocombustibles es una de las principales causas de los altos y volátiles precios de los productos alimentarios, así como el cambio climático y el aumento de la actividad financiera en relación con los mercados de alimentos. Todo ello sin tener todavía en cuenta el impacto provocado por la crisis económico-financiera internacional...
Y no sólo en los países del Sur la situación es angustiosa. El análisis a cargo del Instituto de Estudios Fiscales en el Reino Unido, una organización de investigación financiera independiente, indica que los ingresos medios de la población británica bajarán un 7 % hacia finales de esta década, lo que empujará a más niños hacia la pobreza. Cerca de una cuarta parte de los niños del Reino Unido vivirán en la pobreza absoluta a finales de la presente década. Estos datos probablemente son extrapolables a múltiples países europeos, incluida España.
En definitiva, la situación es tremendamente complicada y desesperanzadora, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. La brecha en ingresos y otros indicadores de desarrollo humano se amplía entre ricos y pobres, siendo además que, en los países occidentales – desarrollados, se está produciendo un deterioro significativo e inédito entre las clases medias. Y es que esas clases medias, cada vez más presionadas por la falta de trabajo y las presiones impositivas, corren el riesgo de ingresar en los estratos más deprimidos (también psicopatológicamente) de la sociedad en la que viven.
Así las cosas, la pregunta es: ¿podemos hacer algo como individuos? ¿o como colectivos que se agrupan para reclamar acerca del daño producido por el juego monopolynesco de los poderes fácticos internacionales (banca – gobiernos complacientes y/o corruptos – otros lobies de control capitalista), que han propiciado la actual crisis económico-financiera y productiva? Deberá garantizarse la participación de la sociedad civil en los procesos de desarrollo. Las personas deben ser las protagonistas para que sean ellas mismas quienes definan sus necesidades.
Pues bien, ya se están dando los primeros síntomas de deseo de cambio por parte de la ciudadanía de los distintos estados. Las “primaveras” árabes, el indignado movimiento 15-M español, y su extensión norteamericana, así como otros disturbios que se vienen produciendo con más o menos virulencia en distintas partes del mundo, no son sino una mínima expresión de lo que creo ha de venir. Falta por ver como reaccionarán los países más populosos del planeta ante la crisis, sobre todo China. Sin embargo, ya no se estilan las antiguas revoluciones de la última mitad del pasado siglo, aunque quien sabe, todavía podremos ver fuego y barricadas, expresión ancestral de rabia y frustración. Hoy día tienen más poder la utilización de la información, extendida en Internet y las redes sociales. El fomento de la ciudadanía responsable y solidaria a través de la Educación para el Desarrollo deberá ser una línea estratégica en las políticas de lucha contra la pobreza.
Bajo el lema 'Únete a la rebelión’, a partir del domingo 16 de octubre, se producirán movilizaciones en 50 ciudades de España en la Semana de Lucha contra la Pobreza. Puede ser uno de los primeros hitos de cambio que comentaba, desde el punto de vista de la reclamación de un nuevo paradigma económico-social-político-medio ambiental. Y siempre, tengámoslo claro, desde la utilización de herramientas de lucha pacífica y convocatoria social y solidaria.
En estas movilizaciones, entre diferentes medidas se pide la creación de un impuesto a las transacciones financieras internacionales, la eliminación de los paraísos fiscales y la persecución de la evasión de divisas y dinero negro en la mayoría de las ocasiones ilícitamente ganado, por la permisividad de las leyes precisamente con los que más tienen. Por último, no menos importante en el delicado equilibrio económico-social-ecológico, se apunta a la adopción de medidas necesarias para luchar contra el cambio climático y garantizar la sostenibilidad ambiental.
Desde el Partido Político EQUO y otros colectivos como ONGDs se reclama activamente el impulso de un modelo de desarrollo global que garantice la justicia, la igualdad de oportunidades, la equidad de género, la sostenibilidad medioambiental y la defensa de los derechos humanos en todo el mundo. Además, la lucha contra la pobreza debe asumirse como una política de Estado y junto con el resto de políticas sociales, todas ellas deben preservarse más allá del grupo político que esté en el poder.
Ojalá la gente nos conciencemos de esta lacra... a la vez que obliguemos a nuestros mandatarios a ser más solidarios....
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