Juan José Téllez
Escritor y Periodista
Lo cantaba, desgarrado, Pepe Suero: “Andalucía, la que divierte”. Sigue haciéndolo aún. Hay que ver a esos niños de Ana Mato, tirados por el suelo en los colegios andaluces. Igualito que los alegres escolares de Madrid en donde faltan profes pero a los chicos se les beca el uniforme de los colegios concertados. Un toque de clase. Esos puñeteros alumnos meridionales hablan tan rápido, dice Artur Mas, que no se les entiende. Luego el honorable medio se disculpa con que es broma: como el mal chiste que ayer gastó Gregorio Peces Barba en Cádiz sobre el hecho de que España hubiera decidido quedarse con Portugal en vez de con Cataluña en 1640, allá por los tiempos de Felipe IV; lo que motivó que un grupo de abogados catalanes se levantasen más indignados que Magdalena Alvarez cuando Montserrat Nebrera se metió con el habla andaluza.
Malhaya de esos jornaleros del sur que se tocan los cataplines en el bareto con cargo al PER, mientras los mineros asturianos en la misma situación quizá estudien las obras completas de Jovellanos. Cuánto tienen que aprender unos y otros de esos esforzados payeses que preparan con grandes sacrificios el milagro del fuet o de los divulgadores científicos catalanes que van casa por casa anunciando la buena nueva del doble horneado del pan de molde. Andalucía, la que divierte pero no puede divertirse: la de los ERE fraudulentos que no tiene para comprarse un traje como Francisco Camps. Estamos todo el día de feria y eso perjudica sin duda el crecimiento económico y el flujo del crédito. Estamos poniendo en riesgo la buena imagen del Estado español y hace falta crear una legión de malanges para meternos en cintura. Cualquier día, el Ecofin exigirá que la Junta limite los compases por bulerías y la inflación etílica de la manzanilla. O el bueno de Durán i Lleida recomendará a la Organización Mundial de la Salud que el mismo psicólogo que, a su juicio, debiera atender a los gays, podría hacer una iguala para que nos curase a los andaluces del mal de nuestra idiosincrasia.
Pamplinas de los viajeros románticos, antiflamenquismos de Eugenio Noel, pesebres de Sánchez Dragó y Vidal-Quadras, que le llamó cretino a Blas Infante aunque el hombre tuvo la cortesía de visitarnos luego para disculparse. Menos mal que en marzo vendrá gente seria a gobernarnos y a cambiarnos el sombrero calañés por un bombín con organillo. Así que está bien que saquemos pecho y reprobaciones institucionales, pero no estaría de más el albur de plantearnos qué cabría hacer en el futuro para evitar que la realidad imite a ese estereotipo que tanto nos caricaturiza y tanto nos enoja. Ni Jauja ni Villamiseria. Andalucía es la que divierte, pero es la que curra, la que vive y la que sobrevive. Reprobemos a quienes nos usan como muñecos viruteros para ganar un round en el próximo combate electoral. Pero que no nos repruebe la historia. Es posible que nuestros recursos educativos sean mejores que los de Madrid, pero tenemos derecho a exigir más. Está muy bien eso del subsidio pero, ¿no se trataría de ir buscándole a nuestros baldíos otras alternativas que complementen al turismo rural? La mejor defensa es no dejar resquicio alguno –real o imaginario– para que se diviertan a nuestra costa.
(El Correo de Andalucía)
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