El Correo de Andalucía
Editorial
Unas de las sensaciones que provocan las declaraciones de Duran y Lleida en las que afirma que en esta tierra se paga a los del PER para que pasen el día en los bares es la del hastío. Un cansancio mezclado con indignación ante la nueva invectiva general lanzada por un político conservador del norte de España contra la sociedad andaluza. No es la primera vez ni será la última.
Y empieza a llamar la atención que este tipo de andanadas como la de Duran y Lleida o como la de la semana pasada de Artus Mas se produzcan en plena precampaña de las elecciones generales. Es importante reseñarlo porque el peligro de proclamas como esta última del portavoz de Convergencia y Unión en el Congreso no estriba tanto en la percepción de que hay personas que no quieren acabar con los estereotipos peyorativos que tanto han perjudicado en la relación entre las regiones españolas, como en el hecho de que este agravio permanente esconde algo más.
Las declaraciones de Duran i Lleida o de Artur Mas no son simples exabruptos condenables por lo disparatados de sus argumentos. En ellos anida algo más. En ellos se aprecia la simiente de esa política de agravios con las que algunos nacionalistas de Cataluña justifican su petición de un trato fiscal para su comunidad distinto al del resto de España. No es una exageración.
Lo más grave de estas afirmaciones es que permite comprender que en determinados sectores de Cataluña cala un discurso victimista según el cual los catalanes trabajan y pagan sus impuestos mientras que en otras comunidades se aprovechan de este beneficio viviendo a base de subsidios y subvenciones. Es una imagen de trazo grueso, disparatada y muy alejada de la realidad, pero hay quienes están empeñados en llevarla al primer plano de la actualidad, y además siempre lo hacen cuando hay unas elecciones de por medio, es decir, cuando hay posibilidad de que estas acusaciones tremendistas les den votos.
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