José María Ortega
Exdelegado de Cultura
La frase que encabeza este artículo, acuñada por los sectores más recalcitrantes de la derecha ante problemas de cualquier índole que causen descontento en España, ha ido expandiéndose como una mancha de aceite por el tejido social, llagando, a veces, a situaciones tan disparatadas que algunos humoristas la vienen utilizando en sus gags. Con la crisis económica se ha batido el récord de inculpaciones, Zapatero tiene la culpa de todo. Se le endosan incluso problemas surgidos con Aznar de presidente y Rajoy de vicepresidente, como la inflación de la explosiva burbuja inmobiliaria, causante de la situación ruinosa del mercado de la vivienda, del consiguiente desastre hipotecario y de lo más grave, el paro. Sólo falta que le culpen también de la quiebra del holdings Lehman Brothers que, con su abuso de los créditos subprime en Estados Unidos, desencadenó la crisis económica mundial.
Por su política anti terrorista, se ha llegado a acusar al actual Presidente y a Rubalcaba de complicidad con ETA y de traicionar a las víctimas del terrorismo, no sólo cuando se inició la tregua frustrada, sino también después, siendo Rubalcaba ministro del Interior, precisamente cuando más numerosas y efectivas han sido las actuaciones policiales contra la banda, a pesar de que había dejado de matar y sin que hubiera existido negociación alguna. Lo más reprobable de esos acusadores falsarios es que sí aplaudieron como una buena gestión que el presidente Aznar y su ministro Rajoy negociasen con ETA, acercasen los presos al País Vasco y los llamaran públicamente, ante la prensa, Movimiento Vasco de Liberación en lugar de banda terrorista.
Tras el reciente comunicado de ETA, no descubro nada nuevo si digo que, sin echar las campanas a vuelo, lo considero, como la mayoría de los españoles, un paso trascendental para la paz definitiva y la normalización de la vida en el País Vasco, a la vez que un motivo de satisfacción para cualquier ciudadano libre de prejuicios viscerales. Pues bien, una escena de la que fui testigo involuntario ayer me hizo comprender hasta donde puede llegar la malicia y la estupidez humanas a la hora de interpretar las actuaciones políticas del adversario. En una cafetería céntrica de Almería, una señora muy enjoyada decía en voz alta a su amiga, que no lo iba menos: “Hay que ver la suerte que tiene el sinvergüenza de Zapatero, apenas faltan cuatro días para que gobernemos y ETA le regala el final del terrorismo”. La amiga le replica: “Yo no lo llamo suerte. Yo creo que ha sido un chanchullo con los terroristas del feo ese que era ministro y va de candidato, para apuntarse un tanto en las elecciones. Cualquiera sabe lo que les habrán dado a cambio”. Sentí náuseas y no pude reprimir decirles: “Señoras, si se muerden ustedes la lengua con las tostadas, vayan rápidamente a urgencias”.
No habría traído aquí esta anécdota tan disparatada de no haber sido porque opiniones similares he llegado a oír en tertulias de emisoras y televisiones apocalípticas. Para manchar las imágenes de Zapatero y de Rublacaba, hay fanáticos capaces de inventar infundios de lo más rastrero. Algunos, con tal de que los votantes no perciban que con este Gobierno se ha llegado al final del terrorismo prefieren que ETA continúe disparando. Otra opinión torpemente egoísta contra el comunicado de ETA se la oí en televisión al director de una empresa de seguridad del País Vasco diciendo: “Ahora hemos de estar más vigilantes que nunca. No podemos bajar la guardia, porque eso es lo que buscan para hacer de las suyas.”. Se le vio el plumero. Ve peligrar su negocio si no se van a necesitar escoltas.
Ante un asunto de ámbito nacional tan vital como el cese terrorista y de otro más cercano, también beneficioso, como la conexión ferroviaria de Almería al Corredor Mediterráneo con salida a Europa, esos energúmenos que lo culpan de todo tendrían que haber gritado una vez más: “¡La culpa es de Zapatero!”
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