Las razones de un candidato

Luis López Jiménez
Candidato al Congreso de los Diputados por el PSOE

Cuando el 23 de septiembre llegué al Comité Provincial del PSOE, en Vícar, sabiendo que podría ir en la candidatura de mi partido a las elecciones generales del 20-N y desconociendo en cuál y en qué lugar, mis compañeros me felicitaban, me daban la enhorabuena, por la decisión de colocarme el segundo en la lista del Congreso de los Diputados. Como si me hubiera tocado la lotería o hubiera ganado unas oposiciones.

Me pasó lo que en otros momentos, cuando se decidió que fuera candidato a la Alcaldía de Vélez Rubio (en tres ocasiones), integrarme en la lista del Parlamento de Andalucía o hacerme cargo de una delegación de la Junta. Lo digo sinceramente, me asusté, me embargó un sentimiento de desasosiego, de inquietud y preocupación que aún me dura. ¿Qué había conseguido? ¿La posibilidad de colaborar en algo trascendente o una sinecura para promocionarme personalmente?

Me desazona, pues precisamente puede ser la razón fundamental del desprestigio social de la “clase” política, que, en lugar de una oportunidad de servicio a los demás, se entienda la dedicación pública como un triunfo personal u ocasión de medrar. Nunca lo he sentido así y siempre he procurado (con montones de equivocaciones, seguro) dar a mi dedicación a la política el sentido original y etimológico del término: el gobierno de la “polis”, el empeño en resolver los problemas de los demás, de mis conciudadanos. Estoy convencido de que la mayoría de quienes  dedican a esto un período más o menos prolongado de su vida, lo piensan y sienten así y actúan en consecuencia, a pesar de la sobreabundancia de malos ejemplos, que nos ha llevado, y con razón, a la situación actual de desprestigio generalizado.

Por otro lado, he de reconocer que ahora, jubilado de todo, vivo muy bien y muy tranquilo: hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Ni se me pasaba por la cabeza volver a meterme de hoz y coz en la vida pública, con la que está cayendo. Sin embargo, cuando varios compañeros me comentaron que alguien estaba sugiriendo a las asambleas locales que me propusieran como candidato, la verdad, me hizo ilusión. De hecho, en alguna ocasión –la única- había pedido ir en la candidatura al Senado; aunque tampoco esperaba que cuajara. Pero, mira por dónde, los nuevos responsables de mi partido, parece ser que estimulados por las varias propuestas que les habían llegado, me proponen ir en uno de los primeros puestos de la lista para el Congreso de los Diputados. Y yo, agobiado por algunos problemas coyunturales que absorbían mi atención, sin pensármelo demasiado, les digo que hagan lo que les parezca. Y ya comento antes el resultado.

Desde entonces, con ese acojono que antes digo, no hago más que preguntarme por qué y para qué vuelvo a comprometerme de lleno; si no estoy ya demasiado visto y oído, y si no hay otros compañeros y compañeras, más jóvenes o que no han tenido las oportunidades que yo, a los que se ha de dar paso.

A pesar de ello, la verdad es que es difícil negarse a arrimar el hombro cuando las cosas están tan complicadas para tanta gente. Más difícil cuando uno ha dado tanto la lata con posturas críticas ante lo que se estaba haciendo por otros compañeros con responsabilidad en las instituciones y ha pretendido de alguna manera “dar lecciones”: ahora es el mejor momento no sólo de predicar sino de “dar trigo”, de poner en práctica lo que tanto uno ha sermoneado (aunque si alguien ha pensado que la mejor manera de callarme es meterme en el ajo, se equivoca). También es verdad que el gusanillo que, desde mi juventud, me lleva a comprometerme sigue activo y que, por qué no decirlo,  “no puedo pasar por dónde lo venden”. (Menuda sarta de tópicos o lugares comunes me han salido).

Pero, para mí y menos en este caso, no puede haber porqué sin para qué. Nunca he podido estar en algo sin implicarme. Me aburro y me reconcomo de remordimientos si, puesto en una responsabilidad, no me siento útil y partícipe activo de las decisiones. Yo no sirvo para sólo apretar botones a indicación de otros. Así que, seguramente para disculpar mi osadía, mi atrevimiento y mi irreflexión, le doy vueltas a la cabeza buscando justificar mi oferta como representante de los anhelos y necesidades de los almerienses en la institución que, según la Constitución,  representa al pueblo español.

Si mi experiencia en un sindicato, en la alcaldía, en el Parlamento de Andalucía, en el gobierno de la Junta de Andalucía, sirve para algo, pongámosla a disposición de quien pueda aprovecharla. Si, dada mi larga relación con colectivos especialmente sensibles como los mayores, las personas con discapacidad, los inmigrantes y emigrantes, los vecinos de zonas rurales y barrios con necesidades especiales, etc., me pueden habilitar especialmente para representarlos, hagámoslo.

Y más: yo, que me considero un privilegiado, con una pensión decente y suficiente, puedo y debo colaborar activamente, con mis compañeros de candidatura que resultemos elegidos y con Rubalcaba, que nos va a dirigir, en la tarea imprescindible de impulsar las medidas y reformas necesarias del sistema económico para, en conjunción con el ámbito socioeconómico internacional en el que nos encuadramos, poder salir de la situación de crisis en la que nos encontramos, siempre con la mira puesta en la resolución concreta de los problemas de los ciudadanos que la padecen, salvaguardando las conquistas sociales alcanzadas en estos años de ejercicio democrático.

Convencido como estoy de que hay razones más que suficientes para el hartazgo de tanta gente que muestra su indignación por el mal ejemplo que hemos dado, por ejercer nuestra labor sin prestarles más atención a sus demandas, por ser incapaces de resolver sus problemas concretos y vivir en un limbo ajeno a sus necesidades y demandas, quiero colaborar, con mis compañeros de candidatura y quien ha de dirigir esta tarea, en el empeño por dignificar la política y los políticos, en la adopción de las medidas reformadoras del sistema democrático que sean necesarias para que nuestros conciudadanos se vean de verdad representados. Quiero, en definitiva, que mi dedicación, si salgo elegido, sirva para algo tan grande y trascendente como responder a la confianza que depositen en la candidatura en la que me integro quienes opten por ella.

Y éstas son mis razones, las que me han llevado a aceptar este nuevo encargo y cuya satisfacción, como digo, me sigue llenando de preocupación. Razones que, con los matices personales de cada uno, serán, seguro, las del resto de mis compañeras y compañeros de candidatura.

Posdata para mi admirado aunque desconocido K.: Nunca un “negro” ha escrito lo que firmo, nunca. Seguro que si dispusiera de uno que escribiera la mitad de bien que tú, tendría más aceptación.

3 comentarios:

  1. joder luis, no se puede ser tan hipócrita...parece como si hubieran ido a buscarte para que fueras en la lista...tu te has propuesto coño, como todo dios, ya no van a buscar ahora la gente se postula. No se puede ser más cínico y mentiroso, que confianza quieres crear en la gente si saben que no dices la verdad?? Dí que te hacía ilusión y que te apetecía y que por eso te postulaste, pero no vengas con milongas...un simpatizante socialista

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  2. Has hecho lo contrario a lo que expusiste en el comite de Mojacar.estas jubilado y tu experiencia no vale para una sociedad globalizada y que viaja en ave y la comunicacion es Iphone...deberias de haber dado un paso atras como decias en Mojacar...Pero no,tu posicion contraria a la anterior ejecutiva te premia con esto pero la renovacion del partido esta en el INSERSO...un militante

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  3. Que Almería es "mu chica". Y son muchos años medrando y beneficiándose y apartando al que hace sombra o simplemente disiente... Que se sabe tó. Lo que pasa es que la gente vota listas y no personas, y de número 2... a seguir. Que cuando se han estado tantos años tan bien por hacer tan poco, es muy difícil aceptar la jubilación.

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