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... y el auditorio aplaude

María Esperanza Sánchez
Periodista

Para decirlo rápido: el PER no es un subsidio. El PER es un programa por el cual los ayuntamientos reciben dinero para promocionar empleo en el campo que garantice la renta y ayude a completar las peonadas necesarias para tener derecho a cobrar el subsidio agrario. Los jornaleros que cumplen los requisitos necesarios, entre otros no solo haber trabajado un determinado número de jornadas sino pagar de su bolsillo el “sello agrícola” durante todo el año, cobran unos 400 euros mensuales durante medio año.

Un seguro de paro a la baja, con menos derechos que el del resto de los trabajadores, desigualdad que está previsto que acabe cuando entre en vigor, tras años de reivindicación de los jornaleros, la Ley de Integración en el Régimen General de la Seguridad Social. Duran y Lleida tiene la obligación de saber estas cosas, por eso si dice lo contrario es sospechoso de querer engañar a la gente con un discurso exculpatorio sobre los recortes de la Generalitat, en sectores tan sensibles y decisivos como la sanidad pública, calificados de salvajes por parte de los que los están sufriendo.

Pero este político que dice esas y otras cosas igualmente bárbaras, tiene la consideración de “moderado”, por parte de la mayoría de los españoles que opina en las encuestas. Curioso y alarmante porque si no sabemos distinguir, o nos gustan esos discursos, es que algo grave nos está pasando. Algo grave que deberíamos analizar con la preocupación que debe provocar una enfermedad que parece ir poco a poco invadiendo todo el tejido social. Una enfermedad grave de individualismo y miedo.

Tan grave que llamamos moderado a un político que trufa su obsesión con los andaluces con otras perlas, como la de que hay demasiada inmigración en España, y que los niños de los barrios de las ciudades catalanas en los que hay mucha inmigración y van a la escuela pública, sufren de menor nivel educativo que el resto, lo que no se sabe si es un ataque a los inmigrantes, a la escuela pública, o posiblemente y aprovechando la oportunidad, un ataque a las dos cosas. Tampoco estuvo mal el día en que decidió manifestar su oposición a que la Generalitat de Montilla abriera expediente a la Clínica catalana Tibidabo por aplicar tratamientos para “curar” la homosexualidad.

El “moderado” Duran se manifestó en su blog contrario a “represaliar” la asistencia médica a personas que buscan “modificar su homosexualidad o controlarla”. Pero lo más grave es que no pasa nada, que un político que dice esas cosas asemejándose a otros inmoderados ultraderechistas, gana simpatizantes cada día. Seguramente lo dicho por Duran no hará cambiar la opinión que de él tiene la mayoría de los españoles, porque nunca un político se atrevería a decir según qué cosas si no supiera que la gente lo va a aplaudir, como hicieron los que le escucharon insultar a los jornaleros andaluces.

Es lo verdaderamente grave, que la gente aplaude. De eso también deberíamos hablar, de lo que le está pasando a la sociedad española, que no es distinto de lo que le está pasando a la sociedad europea, con el agravante aquí, del olvido sobre lo que fuimos y el injusto país del que venimos que, aprovechando el Pisuerga de la crisis, estamos corriendo el riesgo de reproducir, con toda su carga de insolidaridad, desigualdad y miseria moral.
(El Correo de Andalucía)

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