Mónica Ureta
Periodista
Decía Franklin D. Roosevelt que "en política, nada ocurre por casualidad". Si generalmente todo está pensado y medido al milímetro, en unas elecciones mucho más. Por eso no es casualidad que la batalla de las generales se libre en Andalucía ni que PSOE y PP vayan a volcarse con esta tierra porque es la llave de La Moncloa. El resultado en la comunidad suele marcar el color político del Gobierno central. De ella depende que Mariano Rajoy gane por mayoría absoluta o no -es lo que dicen las encuestas- y, lo que es más importante, el desenlace del 20-N determinará si Javier Arenas, líder del PP-A, tiene opciones de gobernar Andalucía unos meses después. Las generales son la antesala de las autonómicas, donde el PSOE se juega su último bastión, después de haber perdido en mayo Castilla-La Mancha, Cataluña y Extremadura.
Por primera vez desde 1990 los comicios generales y andaluces no coincidirán. El presidente de la Junta, José Antonio Griñán, optó por no adelantar las autonómicas y mantenerlas en primavera -aún no hay fecha concreta- pese a que el federal no lo veía claro. La convocatoria conjunta ha beneficiado tradicionalmente al PSOE. Griñán confía ahora en que si Rajoy gana, los recortes que deberá hacer hasta las elecciones andaluzas ahuyenten los votos hacia la derecha en la comunidad. Arenas, sin embargo, está convencido de que Rajoy tendrá como presidente del Gobierno "gestos importantes" hacia Andalucía para apuntalar la victoria del PP. Todas las encuestas -más de una decena- dan la mayoría absoluta a los populares en la comunidad, que ya ganaron por primera vez las municipales al PSOE por 300.000 votos de diferencia.
Pero antes de las autonómicas vienen las generales y también ahí el PP espera batir su propio récord en el sur. Los sondeos internos de los populares arrojan un empate a 30 diputados con los socialistas. Actualmente la brecha es de 36 contra 25, a favor del PSOE. El PP espera lograr al menos un escaño más en las ocho provincias, salvo en Huelva y Cádiz -esta última pierde por población un escaño que irá a Madrid-. Es más, Arenas confía en que provincias como Almería y Málaga, donde el partido ha subido a ritmo vertiginoso, lideren el crecimiento del PP en toda España.
Andalucía es la comunidad más poblada y la que más diputados aporta al Congreso (61), de ahí que los grandes partidos vayan a echar el resto aquí durante la campaña. Rajoy viajará cuatro veces y el PSOE celebrará su mitin central de la campaña el sábado en Dos Hermanas (Sevilla). También se centrarán en Cataluña, la segunda región más decisiva en unas elecciones generales. Ambas son los graneros de votos socialistas.
cuestión de principios. Ideológicamente, Andalucía se ha convertido en el núcleo de la batalla partidista. El PSOE, con su candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, han tomado la gestión de la Junta como ejemplo de los "valores socialistas". Es el patrón que exportaría a La Moncloa si vence el 20-N. De ese modelo, el Presupuesto andaluz para 2012, el último de la legislatura y el último de un Gobierno del PSOE si se produce la alternancia en Andalucía, se ha erigido en la bandera del socialismo. La Junta ha optado en plena crisis por elaborar unas cuentas que a los socialistas les sirven para contraponer el modelo social que ellos defienden y el del PP. El Ejecutivo andaluz sostiene que el Presupuesto "escuece" al PP porque demuestra que los recortes de las comunidades donde gobierna "no son obligatorios".
Frente al tijeretazo de Madrid en educación o de Valencia en sanidad, la Junta ha aprobado unas cuentas en positivo (crecen un 1,1%) que blindan los servicios sociales (educación, sanidad o dependencia) aunque para ello se sacrifique aún más la inversión (cae un 9,9%). Para incrementar los números sube impuestos a los que más tienen, en la misma línea de lo prometido por Rubalcaba. El PP, sin embargo, tilda el Presupuesto de "electoralista" -Arenas anunció que lo derogará si gobierna- y también a nivel nacional lo pone de ejemplo de "recortes y privatizaciones encubiertas". Las comunidades populares, a las que el PSOE acusa de "insumisión", han preferido no elaborar sus cuentas por no existir un horizonte de Presupuestos Generales del Estado (no se han prorrogado) que establezca una previsión de ingresos.
A esta cita con las urnas, PSOE y PP andaluz llegan con una situación interna muy distinta. El reto de los socialistas -también para las autonómicas- es movilizar y reenganchar a su electorado, muy desencantado por las altas cifras de paro. Las municipales fueron la primera gran prueba de fuego de Griñán como líder del PSOE-A y se saldaron con la derrota de su partido. Esto desencadenó una crisis interna y una batalla por el poder en la mayoría de las provincias. Además del millón de parados andaluces, que es el principal motivo de desgaste del Gobierno, a la Junta le estalló la protesta de los funcionarios por el decreto del sector público y el caso de los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) irregulares pagados con fondos públicos, cuya investigación judicial aún no ha terminado.
El PP andaluz, por el contrario, se mueve en una balsa de aceite. Los populares están eufóricos porque por primera vez la Junta es una meta alcanzable. Ahora gobiernan las ocho capitales andaluzas y cinco diputaciones. Los buenos resultados de mayo han consolidado el liderazgo incuestionable de Arenas en el partido y han silenciado cualquier crítica interna. Arenas es, además, el hombre fuerte de Génova, no en vano fue el artífice de que Rajoy conservara las riendas del PP. Podría aspirar a cualquier puesto relevante en un futuro Ejecutivo popular tras el 20-N, pero Arenas no se moverá de Andalucía hasta las autonómicas. Su futuro político lo decidirá después de su cuarto asalto a San Telmo. De momento, lo único seguro es que Andalucía tiene la última palabra sobre el inquilino de La Moncloa.
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