Con Rubalcaba sí es posible

José María Ortega
Exdelegado de Cultura de la Junta de Andalucía

Que el pronóstico de las encuestas electorales sea muy favorable al PP nos indica la dificultad, pero no la imposibilidad de que el PSOE remonte los votos que le lleven al gobierno. Aún se está a tiempo; ya ocurrió en el 93, cuando las encuestas daban al PP  50 escaños más y acabó gobernando Felipe González. Tampoco sería la primera vez que Rubalcaba hiciera un gran sprint; en los campeonatos nacionales de atletismo universitario consiguió los 100 metros lisos en 11 segundos.

Anécdotas aparte, ante los duros recortes sociales contra la crisis que la derecha está ocultando en su programa, muchos ciudadanos  se están concienciando cada vez más de  la necesidad de oponerse a que el PP consiga el gobierno y, menos aún, con mayoría absoluta. Un medio tan poco sospechoso de ideas socialistas como el diario británico The Guardian tildó a Rajoy el sábado último de “maestro de la ambigüedad”. Todos pudimos comprobarlo en su debate televisivo con Rubalcaba. Éste, tras exponer abiertamente sus propuestas frente a la crisis, comprometiéndose a proteger a los más desfavorecidos frente a los recortes imprescindibles, consiguió poner en evidencia que Rajoy no quiere desvelar las medidas  que pondrá en práctica si llega a la presidencia. Claro que, de paso, pudimos darnos cuenta de la incapacidad dialéctica de este aspirante que, ni leyendo casi doscientas veces las 'chuletas' que le habían preparado sus asesores, fue capaz de contestar las incisivas preguntas que le hizo un Rubalcaba transparente y con ideas propias.

Hemos oído decir a Rajoy: “Os devolveré la felicidad”, “Yo del cambio climático no sé nada, pero mi primo...” y lo de los “hilitos de plastilina”, referidos al vertido del Prestige,  que tan mal gestionó siendo ministro. Claro que lo compensa el halago de su íntimo amigo Camps: “Rajoy es muy bonito y hermoso”.  A Aznar: “Yo soy el milagro español” y dirigiéndose a Bush, “Siempre habrá un bigote cerca de ti”. A Esperanza Aguirre: “Sí, Sara Mago, excelente bailaora”, cuando le preguntaron por el escritor y premio Nobel.

Si esto piensan y airean los más importantes líderes del PP, que se precian de estar diseñando nuestro futuro como españoles..., apaga y vámonos. No debe extrañarnos que, deslumbrado por el brillo de las perlas en boca de tales prohombres,  el eminente escritor y académico de la Real, Julián Marías, haya manifestado en 'El País':  “La derecha española no dice más que estupideces”.

Más que las palabras, lo grave es que la gestión del PP  en los territorios  que controla es el modelo que piensa imponer en toda España, si gobierna. Aunque trata de ocultarlo, vemos dónde meterá las tijeras y a quiénes dejará en la estacada con las privatizaciones de servicios públicos y los recortes sociales. Por supuesto, sin tocar a grandes patrimonios ni a bancos. En lugar de proteger a las personas que lo necesitan, protegerá los negocios. Ese será el verdadero cambio político que tanto pregonan.

Antes de que tengamos que lamentar sus consecuencias es preciso que los ciudadanos progresistas reforcemos el dique para frenar el “tsunami azul” que amenaza con anegar los cultivos de libertad, igualdad y solidaridad, generadores del bienestar, que sembró la socialdemocracia,  en España y en aquella Europa que tanto echamos de menos, con cultivadores tan avezados como  González, Palme, Krensky, Brandt o Mitterrand. Un cometido en el que, a otro nivel, también participó Rubalcaba; lo que le da fuerza moral para reclamar a Europa inversiones públicas contra la crisis y que se retrase dos años la reducción del déficit público, como propone.

Para conseguir tal objetivo, hemos de bajarnos de las nubes, poner los pies en el suelo y aglutinar nuestros votos el 20-N.  Por más que busquemos, con mi respeto al resto de partidos progresistas, el único con posibilidades para ejecutar eficazmente la obra de contención necesaria es el PSOE; posee personal preparado, andamiaje sólido  y un director de obra con la capacidad intelectual, la honestidad, la formación, la iniciativa, la entrega y, en definitiva, el prestigio de  Alfredo Pérez Rubalcaba.

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