La doble noticia del 20-N

Francisco Giménez Alemán
Periodista

El próximo domingo –¡por fin 20-N!–, cuando se abran las urnas conoceremos sin margen de error quien ha de presidir el Gobierno de España durante los próximos cuatro años y con qué apoyos contará. Pero sabremos más cosas que tácitamente vendrán señaladas en las papeletas, como un seguro anticipo de las elecciones andaluzas de marzo.

Esa noche, conforme avance el escrutinio de los sufragios emitidos en Andalucía, tendremos un pronóstico más que cierto de la suerte que pueden correr PSOE y PP de cara a sus aspiraciones a la Junta en marzo. Las encuestas, de manera unánime, le dan la victoria a los populares en siete de las ocho provincias. Y por un sólo diputado Sevilla queda en manos socialistas. En todo caso, los sondeos han estado señalando desde hace meses un vuelco histórico en nuestra Comunidad, clave para la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

Descontado ya en la opinión pública el triunfo probablemente sobrado de Mariano Rajoy, muchos analistas fijarán su atención la próxima madrugada del lunes en el análisis pormenorizado del comportamiento del voto andaluz. Se podrá entonces sacar una primera consecuencia: el PP tiene segura la presidencia de la Junta. O una segunda, menos rotunda: los populares tendrán todavía que trabajar para terminar de lograr los apoyos que le faltan en algunas circunscripciones, especialmente en la de Sevilla, históricamente resistente al cambio.
No hay dos procesos electorales iguales ni mucho menos entre generales y autonómicas. Es bien cierto. Pero no lo es menos que los 300.000 votos de diferencia que le sacó el PP al PSOE en las municipales en el conjunto de Andalucía, supusieron un hecho relevante, pues por primera vez los socialistas se quedaban en unos comicios por debajo de los populares. Algo muy significativo estaba ocurriendo en un electorado fiel durante treinta años al partido del puño y la rosa.

Comprobaremos también el domingo por la noche si el incombustible Alfonso Guerra sigue manteniendo su carisma populista –¡Dales caña, Alfonso!– y si ha servido de algo el numerito de Dos Hermanas con Felipe González y sin Zapatero. Aunque la edad no perdona y este temido político en otro tiempo tiene que recurrir hoy a miserables insinuaciones (bien por Micaela Navarro) para sacar cabeza en una campaña en la que ya nadie le echa cuenta. Sevilla podría ser la tumba política de Guerra si le gana el pulso Cristóbal Montoro, autor, por cierto, de una campaña explicativa y cercana que penetra más en la ciudadanía que los gestos histriónicos de su adversario.

El PSOE está en horas bajas desde que Rodríguez Zapatero miró para otro lado al no querer reconocer la crisis que empezaba a devorarnos. Entre sus muchos actos fallidos de gobierno, acaso sea éste el que ha quedado en la percepción popular como el más grave, si se tiene en cuenta lo que significaba el hecho de no querer ver lo que ya teníamos encima. El próximo domingo sabremos además si el socialismo andaluz tiene alguna posibilidad de levantar el vuelo.
(El Correo de Andalucía)

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