La verdad sobre las relaciones Málaga-Almería

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería

La decisión adoptada por la Unión Europea sobre el trazado definitivo del Corredor Mediterráneo ha sido, de todas las posibles, la que más beneficia a Almería. Nadie, ningún almeriense con representación institucional respaldará la afirmación en público; pero tampoco nadie (o casi nadie: todavía quedan bienaventurados) dejará de respaldarla en privado.

La elección del trazado desde Algeciras hasta Almería a través de Antequera, descartando la opción costera por Málaga y Motril, es la que más beneficios podrá reportar a nuestra provincia. Respetando el comprensible enfado de Málaga -a ningún territorio satisface quedar excluido de ningún eje de comunicaciones (ellos tampoco lo están: Antequera está al lado)-, el análisis de la realidad lo constata. La frialdad de los números, tan a tener en cuenta en tiempos de crisis, revela que la línea por la costa habría disparado la inversión y dilatado el tiempo de construcción. La situación económica y su influencia en las inversiones del Estado (que, no se olvide, deberá aportar el 80 por ciento de los fondos necesarios) convierte la cuestión en un argumento de extraordinaria importancia. La optimización de los (escasos) recursos existentes y previstos -el déficit público no se elimina en dos tardes- exige conjugar con acierto el binomio inversión-rentabilidad.

El papel lo aguanta todo; hasta el hormigón armado con que los políticos construyen sus declaraciones. Lo que no aguanta el sentido común (ni la paciencia) es sostener que el trazado costero Algeciras-Málaga-Motril es más interesante para Almería que la opción elegida. No. No es así. El ejemplo insultante y obsceno de la autovía interminable entre Almería y Málaga es tan revelador que sólo pensar en que su pésima gestión constructiva se pudiese trasladar a la comunicación por ferrocarril da escalofrío. Y da igual, además, que su construcción se hiciera con el PSOE o el PP en el gobierno: el tramo, inacabado aún y sin fecha de terminación después de tantos años, ha soportado la deficiente gestión de los dos partidos desde Moncloa. La extremada dificultad orográfica del territorio, el coste medio por kilómetro que esa dificultad provoca, las circunstancias geológicas sobrevenidas, la incapacidad de los ministros de Fomento que han tomado decisiones sobre la ejecución de las obras y la escasa sensibilidad de Málaga por su conexión con Almería son los hierros sobre los que se ha forjado esta tardanza que insulta. Porque no nos engañemos. Ninguna autoridad malagueña -de ministras a concejal- ha mostrado nunca y de verdad un interés excesivo en la salida de Málaga hacia el levante. Si una décima parte del esfuerzo que han dedicado a potenciar su desarrollo hacia poniente lo hubieran dedicado a sus vecinos granadinos y almerienses la autovía ya estaría terminada.

No es una crítica; ni siquiera un reproche. Ellos han optado, siempre, por lo que entendían que más le interesaba. Están en su derecho. Como lo estamos los almerienses en sostener que el trazado costero del Corredor no iba a aportar a nuestra provincia ningún beneficio añadido al que podrá aportar la conexión por Antequera. ¿O es que alguien piensa que el paso del Corredor por los puertos de Málaga y Motril iba a beneficiar al de Almería?

Pero las ventajas almerienses de la opción elegida no se encierran sólo en el menor coste de la obra, la mayor rapidez en su ejecución y en la eliminación de competencias portuarias. Hay otro aspecto a tener en cuenta que cuenta tanto o más que los anteriores. Lo que garantiza la opción Antequera es la conexión por Alta Velocidad de Almería con el resto de Andalucía. Es cierto que esa conexión está contemplada en los planes de la Junta, pero la dualidad transporte por la costa/pasajeros por el interior nos hubiera acercado en estos tiempos tan económicamente revueltos a la quimera.

Si dudamos -con las razones que aporta la evidencia- que los fondos para el Corredor (20 por ciento de la UE, el resto de la administración española) lleguen y lleguen en tiempo, ¿qué y quién garantiza que, llegado el momento, habría fondos para las dos conexiones? Nadie cumplió nunca con Almería la exigencia de la solidaridad y a nadie tenemos que agradecer el detalle del afecto desinteresado. Los amigos son aquellos que vienen cuando los llamas porque estás bien, o llegan cuando no los llamas porque estás mal. Y muchos de nuestros vecinos ni han venido ni han llegado.

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