Miguel Ángel Blanco González
Periodista
Las elecciones generales del 20N han dejado un titular indiscutible: el PP de Mariano Rajoy arrasa y consigue una mayoría absoluta histórica gracias al apoyo de la mayor parte de los votantes. Una afirmación que es, en realidad, falsa. O quizás sea mejor decir falaz. O engañosa. El problema radica en el cada vez más denostado sistema electoral y la famosa Ley d’Hondt, que adjudica escaños en base a un criterio de proporcionalidad. En teoría, claro. Ahí es donde está el error.
Resultados de las elecciones |
Tras las elecciones, varios defensores de crear una circunscripción única (en este caso, nacional) han elaborado sus tablas comparativas, viendo qué sucedería si se aplicase la famosa Ley d’Hondt sobre el resultado verdadero de las elecciones. La fórmula es sencilla de entender: cuantos más votos, más diputados. Algo que suena bastante más justo que el método actual. Pero, claro, hay un problema gordo: los que salen perdiendo son PP y PSOE. Los mismos que han tenido en sucesivas ocasiones la opción de cambiar la norma. Está claro que no les venía bien, y ahí sigue.
Comparativa de resultados con circunscripción única |
Según esos cálculos (todos ofrecen cifras similares), el PP, efectivamente, habría arrasado en las elecciones. Pero sin mayoría absoluta. Se habría quedado entre 158 y 160 diputados. El PSOE, asimismo, vería rebajada su representación a 102 o 103. ¿Y los nacionalistas? Se quedan casi como estaban: Amaiur perdería dos escaños, bajando de siete a cinco, y CiU tendría solo 15, en lugar de los 16 logrados; PNV mantendría los cinco que ha obtenido, igual que CC y BNG, que seguirían con dos; y ERC subiría a cuatro, sumando uno al resultado de este domingo. Así que ¿dónde iría todo ese montón de escaños perdidos por los dos grandes? Exacto: a los terceros en discordia entre los partidos nacionales.
Es fácil entender por qué IU y UPyD pretenden que se cambie la ley: pasarían, respectivamente, de 11 diputados a 25 y de 5 a 17, lo que les convertiría en la tercera y cuarta fuerza parlamentaria. Y en un panorama sin mayoría absoluta, su capacidad de decisión se vería aumentada a límites que seguro hacen removerse en la silla a los diputados de PP y PSOE.
En cualquier caso, esos dos partidos no son los únicos perjudicados por el sistema. Los minoritarios también subirían. Un ejemplo sería el de Equo, formación que pasaría de tener un representante en su coalición valenciana con Compromís a tener tres propios más otros dos con esta coalición.
Claro está que esta reflexión parte de una hipótesis de partida con pocas probabilidades de convertirse en realidad, ya que quienes tienen el poder de reformar el sistema para que sea verdaderamente democrático no van a estar por la labor. Queda, así, como otra de las anécdotas curiosas de estas décimas elecciones. Como que, 36 exactos años después, volvamos a estar gobernados por un gallego. O que Zapatero haya conseguido lo imposible y haya batido dos récords en sendas elecciones consecutivas: el mejor resultado histórico del PSOE en 2008, por número total de votos, y el peor desde la primera victoria de Felipe González, en número de diputados.
Incluso que, en realidad, la mayoría de los españoles haya preferido no dar su confianza a nadie: más de once millones de votantes optaron por esa coalición en la sombra formada por la abstención, el voto en blanco y el voto nulo. Y esta formación sí que está cerca de conseguir la mayoría absoluta. Si es que no la tiene ya. Así que los dos grandes deberían ir pensando en que, a lo mejor, va siendo hora de comenzar a escuchar a los ciudadanos. Y este sí que sería el verdadero cambio.
Toda la razón Miguel Angel, esperemos que los partidos grandes oigan a los ciudadanos.
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