José María Ortega
Exdelegado de Cultura de la Junta de Andalucía
Pese a que el agua de lluvia sobre mojado pasa desapercibida, no me resisto a verter la mía en el aluvión de opiniones sobre el debate televisivo, mal llamado “cara a cara”, entre Rubalcaba y Rajoy. Tal nombre es inapropiado, pues el único que dio abiertamente la 'cara' con valentía fue el primero, ya que Rajoy permaneció parapetado en su escondite habitual. Sé que la mayoría de las encuestas ha dado como ganador del debate al candidato del PP, pero las opiniones sobre hechos inmensurables, como el que nos ocupa, son demasiado subjetivas por la variedad de circunstancias que lo conforman y cada televidente ha podido apreciar matices de interés que para otros pasan desapercibidos.
En cuanto a telegenia es posible que Rajoy superara a Rubalcaba desde un punto de vista estético. Aunque supervalorar el aspecto físico, como hizo en televisión un directivo de “La Razón ” al comentar en tono sarcástico que una lectora le dijo que iba a tomar un somnífero porque la cara de Rubalcaba le impediría dormir del miedo, resulta una frivolidad. Sin embargo, a juicio de la doctora Bordás, reputada especialista en cinésica, estudiosa del lenguaje no verbal, fue Rubalcaba el que mostró mayor naturalidad, seguridad y sinceridad en sus gestos. Rajoy, por el contrario, engolamiento, insegururidad y opacidad.
Resulta penoso que un aspirante a Presidente haya tenido que leer hasta 197 veces sus 'chuletas' a lo largo del debate, incluso para algo tan sencillo como sus palabras de despedida. ¿Se imaginan al Presidente del Gobierno español teniendo que sacar su 'chuleta' para poder despedirse de su colega y vecino Sarcozy, por ejemplo?
Pero el aspecto más interesante del debate fue lo que dijo uno y lo que no quiso decir el otro. Rubalcaba planteó abiertamente desde el principio las medidas a tomar contra la crisis, incluidas en su programa electoral, y preguntó al presumible futuro Presidente de Gobierno, según las encuestas, una serie de puntos oscuros de su programa, que demostró conocer mejor que él. Rajoy, tras haber leído una cuantas generalidades de ese programa que no llegó a precisar, se negó a contestar, evadiéndose con ambigüedades. Son muchas las incertidumbres que sembró: ¿Va a continuar con la privatización de la educación y de la sanidad públicas que ya ha iniciado en las autonomías donde gobierna? ¿Qué prestaciones sociales va a recortar. ¿Qué es eso de revisar cada dos años las pensiones, cuando acaban de asegurarse al menos durante 25 años? ¿Qué va a hacer con la prestación por desempleo a los parados? ¿Piensa derogar la ley de igualdad, del aborto y del matrimonio de homosexuales que ha recurrido ante el Constitucional? ¿Va a subir el IVA? ¿Qué defensa van a tener los trabajadores y cuál será el papel de los sindicatos en las empresas que elimine la negociación colectiva?. Nada, como el que oye llover. Sus contestaciones se redujeron a que todo se resuelve acabando con el paro, pero tampoco dijo cómo.
Su populismo y el temor a que la impopularidad de las medidas a tomar espante a los votantes hacen que las tenga guardadas en su escondite. Lo malo es que cuando las saque a la luz y las ponga en práctica, será demasiado tarde para los electores que lo padecerán, si se confirma el presagio de las encuestas.
Por otra parte, en el sondeo de opinión que LA VOZ DE ALMERÍA hizo a doce periodistas almerienses de distintos medios de comunicación, ninguno de su plantilla, la valoración media dio a Rajoy un 6'5 en la forma y un 6 en el fondo de su intervención; mientras a Rubalcaba, un 7 en la forma y un 6'7 en el fondo. Es decir, Rubalcaba venció 13'7 a 12'5.
Cito esta valoración para demostrar que no estoy solo en mi apreciación, ni obstinado, como podría deducirse por mi filiación política, al opinar que la talla intelectual y política del candidato socialista el más alta que la de su contrincante, aunque el eminente doctor Pons me considere 'idiota' por mi intención de voto.
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