Isabel Morillo
El Correo de Andalucía
El próximo presidente de la Junta de Andalucía habrá comenzado su vida política apenas digiriéndose la Transición, no ostentará en su currículum una carrera profesional dilatada al margen de la vida pública, será licenciado en Derecho, tendrá el pelo cano, estará casado y con tres hijos, habrá sido Ministro de Trabajo, presumirá de haber cerrado pactos clave para la democracia española, gozará de una oratoria fluida y habrá pasado un quinario hasta respirar aliviado la madrugada de la jornada electoral. Se llamará José Antonio Griñán o Javier Arenas pero ambos comparten estas líneas. Eso sí, son más las cosas que les separan que las que les unen. Son dos políticos antagónicos, con personalidades distintas y una imagen diferente ante la opinión pública los que se medirán en las novenas elecciones andaluzas de la democracia. Quizás las más reñidas y complicadas para los socialistas. Posiblemente en las que los populares acarician más de cerca el poder en Andalucía. Eso dicen las encuestas. Ambos han sido esta semana designados candidatos.
Griñán canta ópera y adora a Verdi. A Arenas es difícil imaginárselo en ese cuadro. Para arte, el líder del PP andaluz es más de Curro Romero. El actual presidente lleva años intentando que le llamen Pepe, envuelto en una imagen de intelectual que a veces se confunde con un perfil frío o distante. No lo es. A Arenas la gran mayoría le conoce por Javier y además le acompaña la imagen de una persona cercana y simpática. Lo es. El socialista podría definirse como un teórico de la política, de los que defienden las luces largas y no cuenta con una trayectoria orgánica dilatada. Del popular, que ha desempeñado casi todos los cargos posibles en la dirección del Partido Popular, los suyos dicen que es un creativo de la política, del regate en corto.
Griñán canta ópera y adora a Verdi. A Arenas es difícil imaginárselo en ese cuadro. Para arte, el líder del PP andaluz es más de Curro Romero. El actual presidente lleva años intentando que le llamen Pepe, envuelto en una imagen de intelectual que a veces se confunde con un perfil frío o distante. No lo es. A Arenas la gran mayoría le conoce por Javier y además le acompaña la imagen de una persona cercana y simpática. Lo es. El socialista podría definirse como un teórico de la política, de los que defienden las luces largas y no cuenta con una trayectoria orgánica dilatada. Del popular, que ha desempeñado casi todos los cargos posibles en la dirección del Partido Popular, los suyos dicen que es un creativo de la política, del regate en corto.
Arenas nació en Olvera, se crió en Sevilla y ama profundamente Andalucía. Se jacta de conocer cada rincón de esta tierra que ha recorrido cientos de veces. Ésta es la cuarta vez que su rostro ocupará los carteles del PP en unas autonómicas. El candidato del PSOE nació en Madrid pero se declara andaluz de vocación y se enorgullece de haber escrito su vida en esta tierra. Aquí se enamoró, estudió, desarrolló su vocación política y tuvo sus hijos. Se estrena como candidato pese a su edad, 64 años, y su larga trayectoria política. Los candidatos se llevan diez años. El del PP nació el 28 de diciembre de 1957. El del PSOE vino al mundo el 7 de junio de 1946. Capricornio y Géminis, por si alguien sigue creyendo en el Zodiaco.Griñán lleva barba y es un asceta de la comida. Tiene gustos culinarios fáciles. No fuma. Arenas sí y se ha autoprohibido los lácteos como sacrificio. Cuenta uno de sus colaboradores que llevaba una neverita en el coche para los imprevistos, aunque tiene su propia ruta de bares de pueblo y ventas de carretera con las especialidades de cada municipio. Según los andaluces (datos del último Barómetro del IESA-CSIC) Griñán es más dialogante, entiende mejor los problemas de Andalucía y es más honesto. Esta misma encuesta señala que Arenas es quien puede introducir los cambios que Andalucía necesita, tiene más autoridad en su partido, inspira más confianza, tiene más credibilidad y está más preparado para resolver la situación económica de Andalucía.
Ambos tienen su confianza depositada en muy pocos colaboradores. Hacen equipos muy cerrados donde ellos mismos son los protagonistas, sin sombras. El presidente del PP andaluz controla ahora mismo cada rinconcito del partido. El secretario general del PSOE andaluz no tiene enemigos declarados ni oficiales pero su partido es un hervidero, una olla exprés con mucha presión. No es difícil barruntar que el que pierda se enfrentará a un terremoto interno. Arenas porque lleva muchos años intentándolo. Griñán porque lleva poco al frente del partido pero lo suficiente para tener amigos y enemigos. En una conversación en los pasillos del Parlamento, el popular posiblemente hable de cosas sencillas y mundanas, pregunte por la familia, cuente la anécdota de alguno de sus hijos y además se explaye sobre política, de su partido y del ajeno, dando muchas claves a los periodistas. Al socialista será más difícil acercarse y su discurso dependerá del día. Uno se decantará por el fútbol (es colchonero y bético, Arenas sevillista), otro día hablará de los mercados y los grandes líderes europeos. Y quizás en otro encuentro hable de verdad, sin tapujos, de su partido (y sus colaboradores se echarán a temblar, claro). Los dos comparten otro rasgo, pueden decirte una cosa y la contraria y no hay que asombrarse, son políticos (perdonen, no es por ofender).
No son ni Paul Newman ni Robert Redford, aunque ambos tengan (o hayan tenido, perdonen de nuevo) su éxito y su público femenino. Son dos hombres a los que el destino ha cruzado en una misma misión: ganar la presidencia de la Junta de Andalucía en un momento crucial. Cuando el PP tiene un poder apabullante en España y el PSOE vive uno de los momentos más débiles. Que gane el mejor, que siempre se dice. O al menos, el que los andaluces elijan libre y democráticamente.
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