Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería
Cada vez que asisto a un acto público busco siempre qué concepto resultará de interés para quienes conceden a los que van a hablar la generosidad de la escucha. Estamos todos tan acostumbrados a la burocracia verbal que impone el protocolo que quien habla y quienes escuchan olvidamos que la expresión de una idea acaba siempre en el encuentro, enriquecedor, de la reflexión.
Durante la semana que hoy termina he asistido a tres actos y en todos he podido escuchar la misma música, aunque interpretada por distintas voces. En la celebración del Día de la Provincia en La Mojonera, en la presentación del Anuario de Agricultura de LA VOZ y en la Gala de los Premios Poniente que organiza, también, este periódico, he escuchado un elogio continuo y continuado del valor que Los Valores tienen en la consecución de los objetivos que aspiramos a alcanzar.
El domingo en La Mojonera todos los que intervinieron -José Cara, Gabriel Amat, Paco Cosentino, Ana Mazón, Tomatito y Juanjo Salvador- transitaron por la importancia que ha tenido y tiene el valor del trabajo, el mérito del esfuerzo, la emoción y el orgullo de ser y sentirse almerienses.
El miércoles era Clara Aguilera la que en el maravilloso salón noble del Círculo Mercantil enfatizaba la necesidad de creer en nosotros mismos -el Valor de la Confianza- para superar la crisis que nos abruma. Como consejera de Agricultura recorrió las cifras que corren bajo el plástico de los invernaderos, pero no cayó en el error de dibujar, sólo, un mensaje contable. Apeló (y elogió) el esfuerzo de los almerienses. Pero Clara también fue clara en defender su posición frente a la política agraria europea, en censurar el interés de algunos por pescar en el río revuelto de un sector siempre cercano a escuchar más la ficción que alimenta sus intereses que la realidad, y en la necesidad de hacer lobby en Bruselas para contrarrestar las presiones holandesas, israelíes, francesas o marroquís.
Veinticuatro horas después y ya en la Gala de los Premios Poniente, era Gabriel Barranco, presidente de la alhóndiga La Unión, quien abría el turno de palabra para reafirmar su convicción de que el Valor de la Innovación es el mejor aliado para avanzar. En los casi noventa minutos que duró la Gala no hubo ni uno sólo, ni uno sólo de los que intervinieron, que no apelara a la necesidad de afianzar -y, en muchos casos, de recuperar- aquellos Valores que posibilitan los éxitos colectivos (y, por tanto, personales: un triunfo no llega a serlo si no es compartido con quienes nos acompañan; lo demás sólo tienen el breve perfume de la especulación). Me gustó tanto esa música que encontré en ella el argumento improvisado de mis palabras ante los más de cuatrocientos asistentes. Por eso dije en mi intervención que la grandeza del Poniente y Almería no está escrita en una hoja de cálculo limitada al norte por la producción, al sur por la comercialización, al este con los puestos de trabajo y al oeste con las hectáreas de un inmenso bosque cobijado bajo plástico. Esa es una realidad por la que nos sentimos moderadamente (siempre hay incertidumbres y riesgos) felices. Pero antes de los números fue- y es y deberá seguir siendo- el valor de los Valores que los han hecho posibles. Porque delante (no detrás) de los millones de toneladas de producción está el Valor del esfuerzo; porque lo que sustenta los más de cien mil empleos directos que genera la agricultura almeriense es el Valor del trabajo bien hecho.
No perdamos la perspectiva. Los números son la consecuencia de los Valores sobre los que asentamos la estrategia a seguir. Nadie regala nada. Somos lo que hacemos, hacemos lo que pensamos y pensamos en función de cómo somos. Ese es el círculo del que, para bien o para mal, no podemos salir. Y lo que no debe salir nunca de ese círculo son los Valores. Porque si alguna vez los perdemos, todo lo que hemos alcanzado habrá perdido su valor.
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