Parkings fantasmas

Pablo Requena

Periodista



Aparcamiento de Padre Méndez



El hombre es el único ser vivo de este planeta –aparte de los pargos, por aquello de la memoria de pez- que tropieza dos o cien veces con la misma piedra. A mí me ha vuelto a pasar: me la han clavado hasta el fondo por aparcar en uno de esos parkings construídos en los últimos tiempos por el Ayuntamiento de Almería. En números redondos, por tres horas de estacionamiento me han cobrado siete euros.

Yo entiendo que nuestros gobernantes locales –con Luis Rogelio a la cabeza, para lo bueno y para lo malo- se han gastado un dineral en los aparcamientos subterráneos de Padre Méndez, Las Almadrabillas o Gloria Fuertes, pero de ahí a obligar al castigado ciudadano cuyo sueldo, generalmente, no es ni la cuarta parte que el de los concejales almerienses, va un trecho.

No me cabe ninguna duda de que los excesivos precios son la razón principal por la que estos parkings están, en cualquier fecha y hora y salvo contadísimas excepciones, absolutamente vacíos. Incluso he llegado a pensar que uno no sabe lo que es realmente la soledad hasta que aparca en estos parking fantasma, donde el eco de los sonidos que uno mismo produce son la única compañía. ¡Coño, es que no mete ahí el coche ni el vigilante de turno!

Sin entrar a valorar la pésima gestión de la empresa municipal Emisa –no sé si se ha declarado ya su quiebra técnica- ni tampoco en lo de la zona azul del casco histórico –ello se merece otro artículo- apelo a las buenas intenciones navideñas de nuestros políticos para que, por Papá Noel o por los Reyes Magos de Oriente, se dignen a bajar los precios de estos aparcamientos, y que acto seguido lo anuncien a bombo y platillo; ya verán como poco a poco la gente se anima a utilizarlos. De lo contrario, seguiremos viendo pasar matojos secos de esos que salen en los westerns.

(Noticias de Almería)