Penélope y PSOE

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería

Hay cenas que nunca se olvidan. La del 8 de noviembre de 2009 fue una de ellas. Era domingo y la amabilidad del Rector Molina propició que en la esquina más a levante del comedor acristalado del Club de Mar compartiéramos mesa con el admirado (tanto y por tantos motivos) Joan Manuel Serrat, acompañado por quienes horas más tarde le harían la laudatio previa a la imposición de la Medalla de Oro de la Universidad de Almería. Durante casi dos horas, las reflexiones trufadas de ironía fueron el plato principal de una conversación en la que el escritor Manuel Vicent se detuvo para contar cómo en los mataderos de Chicago -los más grandes de Estados Unidos- las reses son conducidas al sacrificio a través de túneles sucesivos y cada vez más angostos; una travesía tan estresante que la dirección había decidido paliar haciendo sonar continuamente por los altavoces la “Penélope” de Serrat. La narración de Vicent me resultó tan ¿irreal?, pero tan literaria, tan bella, que a veces y ante algunas situaciones, vuelvo a ella.

La última fue al mirar los tramos recorridos por el PSOE almeriense tras el hundimiento del 20-N. Contemplar la historia de este partido en Almería en las últimas dos décadas lleva a la conclusión de que desde que el PSOE comenzó su declive en el año 91, con la pérdida de El Ejido y Roquetas en las municipales, el único camino que ha recorrido ha sido el de los desfiladeros, cada elección más estrechos, que les han conducido a despeñarse por el precipicio de los casi treinta puntos de diferencia con que ahora miran al PP.

Ha sido un largo camino en el que, también, encontraron recodos para la recuperación. El triunfo inesperado en las municipales del 99 con Cabrejas en aquel domingo en el que el PP temió tanto la soberbia de un Megino revestido de mayoría pontifical, que se fue a la playa y acabo perdiendo; la victoria de 2004, inducida por el desastre de Aznar en la gestión de la crisis tras el 11-M; la recuperación de la Diputación tras las operaciones segregacionistas de Enciso y Megino, fueron algunos de esos recodos en los que descansaron. Un descanso que nunca -y nadie- utilizó para darse cuenta que estas recuperaciones estaban provocadas por circunstancias situadas extramuros de su propia gestión. Eran los errores de los demás, no sus aciertos, los que le permitían descansar en aquellos oasis inesperados.

Durante veinte largos años, quienes creían que mandaban y quienes, de verdad, han mandado en el PSOE, han caminado sin pensar más allá del próximo conflicto interno, sin mirar lo que sucedía a su alrededor, sin darse cuenta de que el camino se estrechaba a cada paso. En vez de abandonar la sede y recorrer la calle optaron por abandonar la calle y recorrer la sede. Veinte años de victoria en victoria (personal) hasta la derrota final.

El episodio de torpeza por entregas protagonizado por quienes decían estar con él y por quienes, en la sombra, estaban en contra, para forzar la disolución de la ejecutiva provincial es un capítulo más del libro que Pilar Navarro podría escribir (tiene varios sobre recetas de urgencia) y que podría titular “Manual para no ganar elecciones y perder votos”. Sería un éxito. Aunque tendría que esperar hasta primavera para que no quedara ningún capitulo por escribir. Cuando lleguen los idus de marzo la suerte estará echada y el camino habrá llegado al final. Gane quien gane en Andalucía, el PSOE almeriense tendrá que abordar su refundación. Si gana Arenas porque aquella imponente maquinaria que ocupó todas las esferas del poder habrá quedado reducida a las alcaldías de Vícar y Albox como símbolos de la transitoriedad del poder. Si gana Griñán porque el PSOE almeriense se ha acercado tanto a ser un partido orgánicamente desestructurado, ideológicamente desorientado y emocionalmente en bancarrota, que deberá asumir un cambio de estrategia radical en la forma con que hasta ahora ha contemplado la realidad almeriense.

La Penélope de Serrat, sentada en aquel banco del andén, miró los trenes; uno tras otro los vio pasar, miró sus caras, les oyó hablar, para ella solo eran muñecos. La posición del PSOE es distinta. Quienes durante años han estado subidos en el tren de la alta comodidad de los despachos han recorrido todas las estaciones sin mirar la vida por las ventanas. Sólo ahora empiezan a darse cuenta de que en los andenes cada vez les espera menos gente.

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