Periodista
Cuando Almería era la única provincia que daba la victoria al PP en las autonómicas, Javier Arenas entendió que era mejor dar la impresión ante el personal andaluz de que él ganaba en Almería las elecciones a que las perdía en Sevilla. La decisión nos la vendieron como amor a Almería, cuando se trataba exclusivamente de una operación de imagen política. Legítima, ciertamente.
Ahora las encuestas dicen que el PP podría ganar en Sevilla, y la margarita se puso en marcha. Al señor Arenas le gustaría presentarse por Sevilla, capital de Andalucía, pero no estaba seguro al cien por cien de esa victoria que apuntan las encuestas y estuvo dando tiempo al tiempo y deshojando lo que sería mejor para su futuro político. Perder en Sevilla y ganar la presidencia de la Junta no era plato de gusto para Javier, y sería una baza a explotar por parte del PSOE sevillano, con tanto peso en la política y en los medios andaluces.
Ganar en Almería y la Junta es la postura más cómoda en estos momentos para él, pero la lógica querencia a ser líder también en Sevilla le ha tenido pegado a las dichosas encuestas, y por qué no decirlo, a las medidas que vaya tomando el gobierno de Rajoy en estos primeros meses de su gran año. Se juega mucho esta primavera el campeón andaluz y no quiere salir con una mácula en su historial. Han sido muchas elecciones perdidas en Sevilla ante Chaves, hacerlo ahora contra Griñán no entraba en su menú y sería todo un descalabro. Pero es consciente de que el riesgo existe si encabeza la lista en Sevilla, no si lo hace en Almería. La decisión ya está tomada: se presenta por Almería. Era lo más lógico.
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