José Carlos Sánchez Berenguel
Presidente del Comité Provincial de Cruz Roja
Las campanadas de fin de año se fueron llevando, una a una, ilusiones y esperanzas nacidas 365 días antes. El 31 de diciembre de 2010 con el mismo ritual que un año después, mientras comíamos las uvas de la suerte, soñábamos con que 2011 se llevara la crisis. Soñábamos con que la marginación y el paro, pesadilla de muchas familias, diera paso al trabajo, a la dignidad y a la justicia de una sociedad más solidaria e integrada.
Miles de personas sufren en nuestra tierra. Autóctonos e inmigrantes, hombres, mujeres y niños, nos retan día a día a intervenir, a dejar de permanecer impasibles ante su tragedia. Sus ojos nos expresan miedo, su cara angustia y su cuerpo necesidad. Miradas que buscan en las nuestras respuestas a su marginación, bocas que nos hablan de hambre, piel que tirita de frío en la noche solitaria de la ciudad o en el aislamiento de los asentamientos en mitad de la nada, entre plásticos, retama o pinos. No podemos ignorarlos, no podemos hacerlos estadísticas, no podemos esgrimir excusas para permanecer impasibles. No podemos volver a comernos las uvas pensando en lo poco que hemos avanzado.
Hay que seguir saliendo cada noche en busca de esas miradas que la ciudad esconde entre escombros y basura. Hay que continuar asaltando los caminos del campo para llegar a los plásticos que esconden la dignidad perdida de los que se refugian del egoísmo y el olvido. Hay que llevarles calor, esperanza, humanidad, solidaridad. Hay que decirles que viven entre nosotros y que son importantes. Da igual su raza, su religión, su procedencia. Da igual porque todos tenemos derecho. Tenemos derecho a disfrutar de una vida plena, a ser tratados con justicia, a no pasar hambre, a no sentir frío, a ser considerados iguales por una sociedad madura y acogedora.
El reto es el mismo que el año pasado. Seguiremos cargando nuestros vehículos de ropa, de comida y otros materiales. Seguiremos saliendo día tras día, noche tras noche, entre caminos y calles, para llevarles una taza de café caliente, un bocadillo y una manta. Pero lo verdaderamente importante, es que hablaremos con ellos, acercándonos a su vida, compartiendo su dolor y tendiéndoles una mano que les ayude a seguir a flote en la permanente patera que se ha convertido su vida.
Tenemos que continuar haciéndolos visibles al resto de los ciudadanos. Llevar a nuestro ánimo que es labor de todos, pero muy especialmente, de la gente comprometida. Voluntarios y voluntarias, colaboradores, socios y todas cuantas personas no quieren permanecer impasibles y aportan su trabajo y su dinero a la causa universal de la dignidad. Es responsabilidad de los que ahí estamos hacer que su esfuerzo llegue a estas personas de forma eficaz y transparente.
Las Instituciones y Organizaciones debemos estar abiertas a la sociedad. Trasmitir nuestros valores y principios a través de nuestro trabajo dedicado y solidario. Dar respuesta a los voluntarios y voluntarias que nos brindan su esfuerzo y trabajo con estructuras ágiles y capaces de dirigir su enorme energía en la inmensa tarea de aliviar el sufrimiento humano.
Concienciaremos y trabajaremos para que las campanadas del año próximo nos concedan alguno de nuestros sueños y deseos, especialmente los que dan calidez a sus miradas, esperanza a sus caras y dignidad a sus vidas.
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