El paro que no cesa

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

La economía española tiene la mala costumbre de ajustar sus desequilibrios por la vía del empleo o, mejor dicho, del desempleo. Almería no es una excepción. En el plazo de unos pocos años hemos pasado de ser una de las provincias con menor tasa de paro de España y la menor de Andalucía, a poseer una de las mayores de la Unión Europea: un 35,6% al cierre del tercer trimestre de 2011 (EPA).

Un viraje que ha supuesto que la cifra de desempleados en las oficinas del servicio Andaluz de Empleo haya traspasado los 75.000 inscritos en algunos momentos de 2011, y que se cierre el año con 72.242, exactamente un 127,8% más que en enero de 2008. La principal explicación de esta explosión del paro es, aunque parezca una verdad de Perogrullo, el proceso de destrucción de empleos, que ha estado focalizado en dos sectores principalmente. Entre el primer trimestre de 2008 y el tercero de 2011, la construcción se dejó en el camino un 78,1% de los trabajadores, y la industria el 53,4%. El empleo en los servicios, por su parte, cayó un 9,5% y la agricultura ha remado en contra ampliándolo en un 1,9%.

Almería contribuyó de una forma que podríamos calificar de entusiasta al crecimiento de nuestra burbuja inmobiliaria, hasta el punto de que en marzo de 2008, con el sector de la construcción ya en retirada, el peso en la estructura del empleo provincial alcanzaba el 20,2%. Una, a todas luces, exagerada posición si tenemos en cuenta que tradicionalmente se ha tratado de un sector de baja productividad y de escasas necesidades de capital humano por unidad de ingreso. Ahora bien, esta estructura nos permitió mantener una de las demografías más explosivas del Estado, con unas tasas de inmigración y natalidad muy por encima de las medias nacionales. Nuestra tasa de actividad era una de las más elevadas del territorio nacional, ya que nuestro PIB era capaz de engullir cualquier nuevo incremento de activos sin desmelenarse.

Cuando finalmente la burbuja estalló nos encontramos sin capacidad de respuesta, la construcción (el epicentro de nuestra crisis) cayó primero, pero le siguieron todas las actividades auxiliares de la misma, tales como los materiales de construcción (entre ellos la piedra natural) y los servicios inmobiliarios. El número de parados creció de forma exponencial hasta bien entrado 2009, momento a partir del cual el ritmo de variación comenzó a menguar (véase gráfico).

Sin embargo, dos años después el proceso no se ha detenido. Lentamente, pero de forma perceptible, el número de parados sigue creciendo en nuestra provincia (una vez eliminado el efecto estacional). Es decir, lo que sigue ocurriendo ya no es un problema derivado de la construcción, cuyo salvaje ajuste se realizó de forma acelerada. El problema actual deriva de que la economía almeriense no está siendo capaz de encontrar un relevo solvente a la construcción. La verdad es que es complicado, la coyuntura internacional no acompaña, y mucho menos la nacional. El único sector que se está mostrando algo más resistente es el de la agricultura, pero en unas condiciones de rentabilidad y de madurez de mercados que no nos permiten esperar mucho más de ella en este terreno.

Mantener una tasa de paro de la magnitud actual es insostenible durante demasiado tiempo, los colchones de la familia o el recurso a la economía sumergida tienen unos límites y me temo que aquí ya deben estar próximos. La única salida es que podamos encontrar nuevas palancas (sectores) en las que apoyar la creación de empleo a medio plazo y que, a corto plazo, las que nos quedan (agricultura y turismo) logren encontrar la forma de utilizar una parte importante de esos recursos ociosos en los que a buen seguro hay toneladas de talento y grandes ideas. La alternativa es reducir la población activa, y esto supondría convertirnos de nuevo en tierra de emigración.

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