¿Por qué la reforma educativa?

Pedro Mena Enciso

Profesor de Historia

A comienzos de este mes, el periodista almeriense Miguel Angel Blanco, preocupado por una crisis generalizada que también afecta al sistema educativo, publicaba un artículo titulado ”Crónica de un debate sobre la Educación y la Realidad” donde hacía referencia a la repetición de reformas fracasadas y analiza de forma documentada  una situación que todos detectamos pero no parece que seamos capaces de alumbrar soluciones eficaces desde el sentido común y el consenso. Es verdad, amigo Miguel Angel, que en los docentes se observa desánimo y, sobre todo, poca confianza en unos políticos que reiteradamente vienen legislando de espaldas a los profesionales.

Por otra parte, padecemos cierto hastío derivado de la burocratización ya que pasamos más tiempo en ese inútil papeleo, fruto de la legión de vividores que rodean al maestro y viven a costa de él y de los niños, que atendiendo a la diversidad de situaciones que surgen en el trabajo diario porque no nos olvidemos de que tratamos con personas con sus virtudes y defectos y con sus múltiples necesidades afectivas sobre todo cuando entran en ese espacio tan privado que llamamos adolescencia.

En este sentido, sí que estoy contigo cuando afirmas: “La LOGSE ha sido un fracaso, la ESO ha sido una decepción. Lo que en principio surgió como la gran esperanza del cambio educativo, con la democracia, se convirtió en el territorio de los grandes fracasos y derrotas escolares de distintas generaciones de alumnos”. Estos temas son para debatirlos en profundidad y con tiempo al tiempo y ya sabes que el espacio en la prensa manda, pero sí decirte que, a pesar de tanta decepción,  quiero tener esperanza por vocación y convicción para buscar soluciones que vengan dadas desde las fuerzas políticas, la prensa, los padres y la sociedad en su conjunto con el objetivo de que rememos todos juntos bombardeando el día a día con mensajes publicitarios profundos para conseguir concienciar a todos de la importancia que tiene una buena educación, es decir, aquella que nos enseña a vivir y convivir con honradez, con unos sólidos principios morales y con una formación científica que haga posible llegar a las máximas cotas posibles como personas porque sigo pensando que la educación es la llave del progreso. En este sentido, sí a la reforma inmediata de la educación (sin prisas pero sin pausas) consensuada por los representantes del pueblo y en la dirección de valorar al maestro, al profesor, exigiéndole todo lo que haga falta pero también respetándolo como autoridad pública ya que en sus manos está la gran responsabilidad de formar a los futuros profesionales de nuestro país.

Esa reforma debe basarse también en buscar sacar lo mejor y más valioso de los discípulos con el objetivo no de “pasar la mano, y todos aptos sepan o no, trabajen o no” sino de arbitrar un sistema donde quepan todos pero siempre tendiendo a la excelencia buscándole a cada uno su lugar desde el mejor de los perfiles posibles. 2012 es un buen momento para, una vez asegurada la igualdad de oportunidades para todos, dar un salto de calidad con el objetivo de no cortar las alas a toda esa legión de jóvenes que en potencia tienen una serie de cualidades que muchas veces no pueden desarrollar adecuadamente porque el sistema no les ofrece la preparación que ellos demandan. Y ¿qué ocurre entonces? Pues que los que se lo pueden permitir acuden a factores externos al sistema público para cubrir esas deficiencias de calidad.  Otro día hablaremos de esa ridiculización de contenidos que se viene observando desde la ESO a la Universidad y que  nos preocupa a tantos profesionales.