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Soliloquio

Rafael Leopoldo Aguilera
Director del Instituto de Estudios Almerienses
 
Tras la ruidosa sinfonía en blanco y negro y melancólicas fiestas navideñas del 2011, que nos ha dejado como un náufrago en mitad de la tranquila mar azul y celeste, de nuestra cálida y cercana mar marina mediterránea, en la nube del no-saber, nos acerca con tintes de nostalgia romántica a seguir avanzando, caminar de frente y por derecho, en todos los campos de actuación de la vida humana, a fin de sobrevivir y alcanzar, teniendo como telón de fondo la Alcazaba y la Catedral, la latitud de la Divina presencia.

Con la brisa primaveral del medio día soleado, a los sones del compás de la pieza musical concertino en "La menor, 2º tiempo - La romanza" (1947) de Salvador Bacarisse, compositor español exiliado de la guerra, acompañadas de las estremecedoras imágenes del documental de Frederic Rossif titulado: Mourir a Madrid, entonamos unos versos de paz y bien de algún visionario poeta, que con un hilo de armonía nos presenta el año de grandes tribulaciones con serenas y dulces palabras esperanzadoras de experiencia interior.

Con gran pasión en estos días de ocio productivo estival he tenido ocasión de experimentar una fecunda lección del libro "La Mística: Presencia y Ausencia. (Desde una lectura de Iban al- ´Aríf)", obra póstuma del Pbro. Antonio Flores, editado por el IEA en 1987, quien hace un cántico espiritual, de lo sagrado, del auge de lo místico en la sociedad secular.

Nos hace ver a través de su escritura como el ser humano que es más evangelizado, catequizado y proselitizado que nunca, no percibe dicho proceso como religioso y, por tanto, no logra ver lo que realmente sucede. Lo que está dando lugar que fuera de las iglesias institucionales, está teniendo lugar un renacer masivo de energía espiritual, desde la astrología al zen, desde el misticismo a las curaciones pentecostales, y desde la danza extática a la salmodia.

Refleja que el misticismo es la vida verdadera de la religión o la religión en su nivel más hondo, intenso y vivo, porque se centra en la comunión del espíritu humano con el Fundamento último de la realidad de nuestra existencia, de la búsqueda de lo Absoluto, de conocimiento y goce de la Verdad, por vías distintas a la de la práctica racional; por vías de emoción, éxtasis, intuición y sentimiento.

Y es que el Hombre o ser humano influye menos a través de sus palabras y acciones que mediante lo que él mismo es.

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