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¿Son las recetas del FMI la solución a la crisis?

Alfredo Hidalgo Espinosa
Secretario de Sector A.G.E. y Postal de FSP UGT Almería

Es habitual que existan palabras que pronunciamos sin saber casi nada de su significado y que nos afectan de una manera muy directa. Un ejemplo de ello es la ignorancia que tenemos en el concepto de Neoliberalismo. Neoliberalismo es el nombre que usamos para definir una determinada ideología económica. Esta es la que actualmente domina las políticas de la economía global y por ende la europea y la española en particular.  Estamos asistiendo con las nuevas medidas económicas del Partido Popular y las que se anuncian para el mes de marzo, a “más de lo mismo”. Una continuación de la  política económica tan desastrosa para los derechos laborales que comenzó el gobierno de Zapatero en mayo de 2010 y que continúa con el nuevo gobierno del PP, que la vende como la única posible ante la crisis.
Al servicio de este neoliberalismo destaca sobremanera una institución supranacional de la que formamos parte, se trata del Fondo Monetario Internacional, que tiene como propósito declarado el evitar las crisis en los sistemas monetarios, alentando a los Estados a adoptar medidas de política económica. Además de ofrecer a los Estados miembros que atraviesen dificultades económicas financiamiento temporal para superar los problemas de deuda pública. Un país miembro tiene acceso automático al 25% de su cuota si experimenta dificultades en su balanza de pagos. Si necesita más capital tiene que negociar un plan de estabilización. Y ese plan es una imposición para la adopción de una política neoliberal.

Los condicionantes que impone a los países para el pago de su deuda o para la concesión de nuevos préstamos son muy duras y menudo son las desencadenantes de un empobrecimiento general y un deterioro de los derechos laborales y del propio Estado del Bienestar a la vez que provoca una desaceleración o recesión económica.

Entre las recetas generalizadas que lleva décadas imponiendo el FMI a los Estados, destacan que el Estado no debe asumir gastos de grupos que pueden pagar por sus prestaciones, lo que ha supuesto un recorte de servicios sociales (Sanidad, Educación, etc., la eliminación de subsidios, la flexibilidad laboral, entendida como la desregulación del mercado de trabajo. Es decir, contratos sin derechos laborales ni sometimientos a convenios marco o sectoriales, etc.

Cuando las autoridades del Fondo impone esta política a los Estados necesitados, éstas personas no tienen la sensación de estar actuando para favorecer a las multinacionales o grandes empresas, creen que lo hacen para ayudar a los países en crisis, ven el mundo a través de una perspectiva diferente, la que les da el neoliberalismo, que en el fondo es una ideología al servicio de una parte: “El prestamista”. De hecho, si nos ponemos en el lugar de los acreedores, muchas cosas que no tenían sentido pasan a tenerlo y nos da la clave que nos permite comprender dónde radica el elemento motor de toda esta política: Garantizar la devolución del dinero a los grandes bancos que habían hecho los préstamos. Las recetas del FMI no son por tanto la solución a la crisis sino la garantía de devolución de un préstamo.

El FMI encuentra siempre alguna excusa para justificar los errores que día a día empobrecen a los Estados que siguen sus consejos: El Estado ha tardado mucho tiempo en aplicar las recetas dadas por ellos; no lo han hecho con la contundencia necesaria; si no hubiera sido por las medidas aplicadas la situación habría empeorado todavía más... Para ellos no existe error en su política, la presentan como la única posible. Todo el deterioro social y el empobrecimiento generalizado es como si fuera un accidente. No se plantean que pueda ser algo sistemático, siguen dando las mismas recetas sin entender que son médicos que aplican sanguijuelas a una sociedad enferma y anémica.

Y lo más preocupante es que todos los gobiernos europeos, incluso los gobiernos socialistas han adoptado la política económica diseñada por el Fondo, poniendo todo su énfasis en convencernos a los ciudadanos de que adoptar estos recortes sociales, económicos y laborales es la única forma de frenar la crisis. Pero debemos decirle desde este sindicato de la UGT que la primera responsabilidad de un gobierno es promover el empleo y el crecimiento, preservando los derechos laborales. Y las medidas draconianas centradas de una manera tan obsesiva en el recorte de la deuda pública pueden ser muy perniciosas para el mantenimiento de un Estado Social y Democrático de Derecho.


Desde la UGT sostenemos que los recortes tal y como se han planteado abortan el crecimiento económico y el empleo. Entendemos que se debe actuar incrementado los ingresos a través de una reforma fiscal equitativa, progresiva y redistributiva. En la economía sumergida encontramos una gran bolsa de fraude económico y social, que genera además una competencia desleal para las empresas que operan dentro de la legalidad. La congelación del Salario Mínimo Interprofesional repercute sobre los colectivos con rentas más bajas y en las personas desempleadas, y la congelación de los sueldos de los funcionarios son medidas de injusticia social que nos acercan a la España de nuestros abuelos, la del hambre y la miseria.

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