José Fernández
Periodista
Uno de los ecos más sorprendentes del reciente congreso socialista en Sevilla está siendo la prudente y modosa actitud de todo el universo feminista, siempre vigilante y atento a la denuncia de las vulneraciones de los derechos de la mujer, que no ha querido ver ni vulneración, ni maltrato, ni menosprecio, ni discriminación en los modos y maneras con las que el aparato del PSOE ha deglutido el legítimo intento de Carmen o Carme, o Carma Chacón, de ser la primera mujer en presidir un partido que ha hecho del feminismo una de sus señas de identidad. Falsa seña, tal como vamos viendo en las confidencias de pasillo y camarilla.
Llámenme antiguo, pero tal como lo veo, creo que la tan pretendida igualdad se demuestra mejor con actos concretos que con palabras y palabros. Mucho "compañeros y compañeras", mucho "todos y todas", pero a la hora de la verdad, cuando la compañera Chacón intentó subirse a las barbas del aparato, se encontró con toda la producción de hoja cortante de Albacete alojada en el tercer espacio intercostal. Y no hay peor puñalada, ni peor maniobra, ni peor trampa, que la que te hacen tus propios compañeros. Curiosamente, y a pesar de vivir en un país en donde cualquier polémica que afecte a una mujer ha de contar siempre con la irrupción de los escrotófagos de guardia denunciando machismo y falocracia, aquí no ha pasado nada de eso.
La señora Chachón ha sido víctima ritual del aparato, pero con gran corrección política. En fin, ya digo que hasta que estos señores no digan de cambiar la letra de La Internacional para cantar "agrupémonos todos y todas", no me creeré nada de nada.
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