Secretario General del PSOE de Almería
España ha entrado en una profunda recesión. Y no hablo de la económica sino de la recesión histórica en derechos consolidados que a marchas forzadas está promoviendo el Gobierno del Partido Popular y que afecta a todos los españoles, especialmente a los más desfavorecidos. La puntilla de la retahíla de retrocesos y recortes llegó ayer de la mano de la reforma laboral aprobada por Mariano Rajoy, que propicia la destrucción de empleo en un año que se prevé complicado para el mercado de trabajo. Con todo, lo más llamativo es que por primera vez se toma la decisión de reformar las condiciones laborales sin ni siquiera contar con las organizaciones sindicales. El decreto, además, abarata el despido en un momento en que Mariano Rajoy dice que se destruirá empleo, de manera que esta reforma laboral favorecerá la destrucción de puestos de trabajo.
La decisión del Gobierno supone una ruptura con algo que iba acompañando todas las modificaciones laborales en España desde los años 70. Por primera vez, un Gobierno toma la decisión de reformar las condiciones laborales sin contar con las organizaciones sindicales. Y así también lo ha denunciado el secretario general de UGT-A, Manuel Pastrana, quien considera que el país vive una situación “absolutamente esperpéntica” en torno a la reforma laboral y critica que sea la primera vez, desde el fin de la Dictadura de Franco, que en este país, un Gobierno adopta decisiones de calado, anunciadas a representantes europeos, y sin consultar a los dirigentes de los sindicatos mayoritarios.
Esto, en definitiva, supone a todas luces la vuelta a la España en blanco y negro; a esa España que creíamos olvidada y que ahora se nos presenta como un mal fantasma, un mal recuerdo que se ha hecho realidad en cada medida que ha tomado el Gobierno.
La reforma nace, por lo tanto, seriamente tocada desde el minuto uno puesto que ni el propio presidente del Gobierno cree que vaya a dar resultado cuando hace tan sólo unos días reconocía, eso sí “en privado” que la reforma le iba a costar una huelga general, mientras que, poco después, anunciaba públicamente que este año seguiría creciendo el desempleo. Los populares durante la campaña electoral insistieron en que tenían la solución y que sólo con llegar al Gobierno, puesto que sostenían que la salida de la crisis era una cuestión de confianza, todo se arreglaría. Y muchos se lo creyeron. Y son muchos los ahora decepcionados.
Y esto es sólo el principio de lo que Mariano Rajoy tiene en la cabeza y que quiere evitar a toda costa que descubramos antes de las elecciones autonómicas. Llegados a este punto, conviene recordar la “sintonía” que demostró Mariano Rajoy con los tijeretazos de la derecha portuguesa, que piensa que les permitirá salir de la crisis abaratar el despido, recortar el sueldo a los funcionarios, subir el IVA de la luz y el agua, introducir el copago sanitario y aumentar la jornada laboral. Me temo que es eso lo que nos prepara el Gobierno del Partido Popular a partir del 25 de marzo.
De hecho, resulta difícilmente explicable que el presidente del Gobierno insista en no presentar los Presupuestos Generales del Estado hasta después de las elecciones autonómicas si no es por puro electoralismo.
El ausente Rajoy, por lo tanto, pone por encima del bien de los españoles el bien particular de su compañero Arenas, puesto que ya ha quedado claro que el único plan que los populares han diseñado desde la calle Génova no es arbitrar medidas para crear empleo, para que los españoles consigan trabajo o para aliviar la insoportable carga de esta crisis. No, el único plan ha sido llegar al poder. Y Arenas confía en copiarlo pero como es “mal estudiante”, volverá a suspender.
La decisión del Gobierno supone una ruptura con algo que iba acompañando todas las modificaciones laborales en España desde los años 70. Por primera vez, un Gobierno toma la decisión de reformar las condiciones laborales sin contar con las organizaciones sindicales. Y así también lo ha denunciado el secretario general de UGT-A, Manuel Pastrana, quien considera que el país vive una situación “absolutamente esperpéntica” en torno a la reforma laboral y critica que sea la primera vez, desde el fin de la Dictadura de Franco, que en este país, un Gobierno adopta decisiones de calado, anunciadas a representantes europeos, y sin consultar a los dirigentes de los sindicatos mayoritarios.
Esto, en definitiva, supone a todas luces la vuelta a la España en blanco y negro; a esa España que creíamos olvidada y que ahora se nos presenta como un mal fantasma, un mal recuerdo que se ha hecho realidad en cada medida que ha tomado el Gobierno.
La reforma nace, por lo tanto, seriamente tocada desde el minuto uno puesto que ni el propio presidente del Gobierno cree que vaya a dar resultado cuando hace tan sólo unos días reconocía, eso sí “en privado” que la reforma le iba a costar una huelga general, mientras que, poco después, anunciaba públicamente que este año seguiría creciendo el desempleo. Los populares durante la campaña electoral insistieron en que tenían la solución y que sólo con llegar al Gobierno, puesto que sostenían que la salida de la crisis era una cuestión de confianza, todo se arreglaría. Y muchos se lo creyeron. Y son muchos los ahora decepcionados.
Y esto es sólo el principio de lo que Mariano Rajoy tiene en la cabeza y que quiere evitar a toda costa que descubramos antes de las elecciones autonómicas. Llegados a este punto, conviene recordar la “sintonía” que demostró Mariano Rajoy con los tijeretazos de la derecha portuguesa, que piensa que les permitirá salir de la crisis abaratar el despido, recortar el sueldo a los funcionarios, subir el IVA de la luz y el agua, introducir el copago sanitario y aumentar la jornada laboral. Me temo que es eso lo que nos prepara el Gobierno del Partido Popular a partir del 25 de marzo.
De hecho, resulta difícilmente explicable que el presidente del Gobierno insista en no presentar los Presupuestos Generales del Estado hasta después de las elecciones autonómicas si no es por puro electoralismo.
El ausente Rajoy, por lo tanto, pone por encima del bien de los españoles el bien particular de su compañero Arenas, puesto que ya ha quedado claro que el único plan que los populares han diseñado desde la calle Génova no es arbitrar medidas para crear empleo, para que los españoles consigan trabajo o para aliviar la insoportable carga de esta crisis. No, el único plan ha sido llegar al poder. Y Arenas confía en copiarlo pero como es “mal estudiante”, volverá a suspender.
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