José Fernández
Periodista
A pocas semanas de las elecciones autonómicas, la Universidad de Almería ha enviado un correo a todos sus alumnos recordándoles que el dinero de su matrícula apenas cubre una parte del coste total de su formación y que el resto "está financiado por la Comunidad Autónoma de Andalucía gracias a los impuestos que los contribuyentes aportan." El mensaje, que inexplicablemente no incluye un logotipo del PSOE y una foto sonriente del presidente Griñán, viene a confirmar el dato de que nuestra Universidad dedica más recursos a la publicidad que a los grupos de investigación.
Es legítimo que los cargos dirigentes de las universidades tengan sus preferencias o sus ideas políticas, pero mientras que las cúpulas universitarias estén marcadas al hierro de la divisa partidista, difícilmente podremos ver a alguna de nuestras universidades públicas en el escalafón del prestigio y la excelencia académica. Esta ocurrencia pueril del "oye niño, que esto te lo está pagando la Junta", sucede ahora en la de Almería, pero recuerden la de veces que otras universidades han sido ofrecidas por sus rectores para la escenificación de paripés de apoyo a jueces, exaltaciones sindicales y jolgorios mochileros en los que se impedía hablar a determinados conferenciantes.
Eso es en lo que se ha convertido la universidad española en los últimos años. Y así no debemos extrañarnos de que todo el que pueda, especialmente entre los políticos que alientan y permiten esta deriva tan empobrecedora y sectaria, manden a sus hijos a formarse en universidades privadas o del extranjero. Allí no están para perder el tiempo con semejantes pellejerías.
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