La realidad analógica en la era digital

M. A. Blanco
Periodista

Vivimos en un mundo nuevo, en constante evolución provocada por la era digital. Esto, por un lado, facilita el acceso a todo tipo de información a un público cada vez más amplio, aunque a la vez fomenta el que se profundice menos en lo que se lee, ve o escucha (o quizás tan solo se oiga). A la larga, esta situación puede devenir en la asunción de una idea equivocada: creer que porque el mundo sea digital la realidad también lo es. Un ejemplo de esto los estamos viendo estos días en relación a las protestas de estudiantes del IES Lluís Vives de Valencia.

La realidad digital solo tiene dos opciones: on/off, verdad/mentira, bueno/malo... sin término medio. Si lo dice mi bando, es cierto; si lo dice el contrario, falso. Es una realidad binaria: simple, apta para reacios a la reflexión. ¿Para qué complicarse? ¿Para qué el debate? ¿Para qué escuchar lo que los otros tengan que decirnos? Con lo rápido que se desliza el mundo hoy en día, no interesa...

Sin embargo, todo indica que la realidad es analógica: no existen dos posturas únicas ante una situación, de la misma manera que entre negro y blanco existe una amplia gama de grises e incluso de colores. De ahí que quienes han sido elegidos para gestionar los recursos de un pueblo tengan la obligación moral y política de escuchar las reivindicaciones de esos que les han elegido. Es parte de su trabajo como representantes de un sistema democrático.

Protestar de forma pacífica (y solo de esta manera) contra los recortes en Educación llevados a cabo por el Gobierno de la Generalitat Valenciana no es un ataque contra este, sino la vía legítima de velar por el derecho a la educación pública cuando esta se ve puesta en entredicho a causa de una mala elección de prioridades.

Pretender que los estudiantes y sus familias asuman sin rechistar todo lo que se les echa encima no es que sea poco democrático, es que es además ingenuo e irresponsable. Un chaval hoy no va a resignarse a tener que llevar una manta a clase porque al colegio no le llega el presupuesto para pagar la calefacción por culpa de esos recortes. Menos aun, cuando comprueba a un clic de ratón que sí hay dinero para premiar la nefasta gestión de las entidades financieras que han provocado la crisis económica, incluso con pensiones astronómicas para alguno de los responsables. O que sí se encuentre para financiar aeropuertos peatonales, carreras de Fórmula 1 o visitas del Papa. Incluso pueden llegar a pensar que si estás en el poder, tienes más posibilidades de jugar con el dinero de todos como si fuese tuyo sin que haya consecuencias legales.

Los estudiantes, como es obvio, están en fase de aprendizaje, lo que les hace esponjas ante la experiencia. Y si esta les dice que protestar por sus derechos les convierte en enemigos de aquellos que en teoría están para velar por su bienestar, que el plantear alternativas se acalla a golpe de porra y mediante insultos, acabarán haciéndose a la idea de que, en efecto, la realidad es digital: un nosotros/ellos en conflicto permanente, sin opciones de consenso, en el que el debate es sustituido por la ley de la fuerza.

Habrán sido entrenados en la idea de que la única manera de hacer que te escuchen es la confrontación. Una situación que, a largo plazo, solo puede llevar al desastre y al caos. Y ya tenemos suficiente con la labor en esta línea de según qué programas de televisión, por ejemplo, como para que algunos cargos públicos y medios de comunicación se dediquen a reducir un problema real a un ataque contra ellos. Ahogarse en la orilla del mar, sin llegar a aguas profundas, es difícil, pero no imposible. Cosas más tontas se han visto.

1 comentario:

  1. Buena reflexión. Enhorabuena. Andrés Sánchez Picón

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