Pedro Mena Enciso
Profesor de Historia
Día 30 de Enero de 2012. Como tantos otros días, me dispongo a comenzar la clase y, en ese momento, me interrumpe agradablemente un grupo de alumnos de ESO y Bachillerato para proponerme que celebremos una sesión parlamentaria con el objetivo de conmemorar el Día Escolar de la No Violencia y la Paz. Se forman grupos de debate, sin enfrentamientos, sin descalificaciones, proponiendo, dialogando sin gritos ni voces, respetando los turnos de palabra y reflexionando junto a varios profesores que nos prestamos a tan magnífica idea.
Desde el comienzo subyace la preocupación por el hecho de vivir en un mundo lleno de adversidades, donde los conflictos entre los seres humanos no siempre se solucionan. Ante esta situación, nosotros queremos luchar por la Paz. Interviene Lola García, de 4ºB, para hacernos caer en la cuenta de que debemos cambiar armas por palabras, problemas por soluciones e injusticias por igualdad porque igual que inventamos la guerra podemos inventar la paz. La profesora de Ética, Alicia, añade que debemos ser valientes para decir alto y claro: “queremos cambiar nuestro mundo y llevar ese sentimiento a la práctica con el coraje suficiente.” Es el momento en que Isa Yllera, de 1º Bachillerato, expresa lo que lleva dentro de su corazón: “Hoy, al levantarme, el sol brillaba de una forma distinta a las demás mañanas, el cielo tenía un color azulado peculiar, las nubes…”
Sin darnos cuenta, va pasando la mañana y suena el timbre, ese timbre que anuncia el fin del combate diario. La profesora de Economía, Margarita, nos lanza la idea de continuar al día siguiente con este “Congreso Escolar por la Paz ” y nuestros alumnos buscarán noticias sobre violencia de género, raptos, atentados, suicidios y otros temas de “agradable” actualidad. Al volver al hemiciclo, José Carlos comenta que al poner la tele la información iba en la línea de otros días, nada nuevo que nos acerque a la Paz. Patricia Salvador, José Carlos Delgado e Isa Yllera nos transmiten sus impresiones: “En casi todos los países del mundo, en estos instantes, están pidiendo en un solo grito, a una sola voz, que los derechos de todas las personas se vean reconocidos”.
Queridos alumnos y compañeros docentes, coincido con vosotros en que, por irónico que parezca, los que estamos pidiendo paz, somos los que no sufrimos la guerra. Por eso lo hacemos, porque queremos ser la voz de los que allá donde estén, no pueden ser oídos, de los que ahogan sus gritos cada día con el ruido de la opresión y la tiranía. Estoy orgulloso por la implicación, sensibilidad y solidaridad de muchos adolescentes almerienses que, como estos chicos de ESO y Bachillerato, piensan que una sola persona no puede sembrar un campo ella misma en un minuto, pero si cada día planta una semilla, la riega y la cuida con cariño, en poco tiempo el bosque lucirá frondoso.
Me ayudan a seguir reflexionando mis compañeros Dani y Covadonga haciéndoles ver, a los alumnos y a mí mismo, que si esa persona llama a un amigo para que le ayude y siembre él otra semilla, el bosque crecerá más rápidamente. Lola, José Carlos, Isa, Patricia y todos los demás comprendemos que la Paz no se conseguirá solo por hacer una vez al año un evento y soltar globos y palomas blancas, tendremos que sembrarla cada día, por todo el campo, incluso allá donde la luz no llega. Las profesoras Margarita y Alicia lanzan a los alumnos otras tareas para fomentar el trabajo en equipo y, a continuación nos asomamos todos por la ventana sorprendidos por la belleza de una paloma blanca con un ramito de olivo en el pico. En ese momento, me siento tan cerca, tan unido a mis alumnos y compañeros que me gustaría que el día de la paz se prolongara indefinidamente.
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