Isabel Morillo
Periodista
Hay un tipo de análisis que prosperó en los años 70 en el ámbito empresarial y que los estrategas políticos siguen hoy utilizando para enfocar sus campañas. El análisis DAFO en cuestión, ese es su acrónimo, permite analizar las Debilidades y Fortalezas de cada partido, así como las Oportunidades y Amenazas, que podrían surgir como factores externos. En esas están PSOE y PP ante las próximas elecciones autonómicas del 25 de marzo, unas elecciones que, a diferencia de lo que ocurrió el 20 de noviembre, parece que no están tan cantadas a favor de los populares. Dicen los socialistas que entonces hasta los niños pequeños sabían que iba a ganar Mariano Rajoy. Ahora, apoyados por las protestas y movilizaciones en la calle, se aferran a la idea de que hay partido.
Habrá que verlo. Cuando las encuestas hablan de hasta once puntos de diferencia a favor del PP eso de que no hay ganador de antemano pierde fuelle. Habría que refrescar esos sondeos –posiblemente el 28 de febrero, Día de Andalucía, habrá varios– que contemplen el escenario después de que se hayan aprobado medidas como la reforma laboral. El PP, al que durante 30 años se le ha resistido Andalucía, puede encontrarse algún obstáculo por sortear en este sprint final a pesar de que lleva más de un año como favorito incontestable. Javier Arenas, un viejo conocido en las urnas andaluzas, no necesita solo ganar –eso no hay nadie que se lo discuta hoy– sino un triunfo por mayoría absoluta. En otro caso, el PSOE intentaría una coalición con IU que muchos ansían tanto como temen. Quien gobierna ahora en Madrid es el PP de Mariano Rajoy y el desgaste que sufrieron los socialistas por la gestión de Zapatero puede tornarse en desgaste de los populares. Es difícil que en los cuatro meses que discurren entre las elecciones generales y las andaluzas del próximo 25 de marzo quepan tantos errores como los que, a juicio de su propio electorado e incluso de muchos dentro de su propio partido, cometió Zapatero. Pero ya saben el eslogan popular: “nunca se había hecho tanto en tan poco tiempo”. Quizás estos meses den de sí más de lo esperado y es incontestable que se complica hacer campaña con tu partido gobernando.
Debilidades y fortalezas son factores controlables donde los partidos pondrán o apartarán el foco. El paro, la crisis económica, el agotamiento por 30 años de socialismo ininterrumpido en Andalucía, el desmoronamiento interno de un PSOE que lleva gran parte de la legislatura noqueado o el caso de los ERE son puntos fuertes a los que se aferrará el PP para pedir una oportunidad y prometer regeneración y cambio. Esos mismo factores estaban presentes el 20 de noviembre, elecciones generales, y el resultado fue irrebatible para el partido de Javier Arenas.Pero ahora surgen otras amenazas para la mayoría absoluta que requiere el PP. El pasado domingo, durante la clausura de la convención que los populares celebraron en Sevilla en un clima de euforia absoluta para catapultar a Arenas, Mariano Rajoy hizo un discurso final que podría ser reflejo de la situación actual. Por una parte el presidente del Gobierno se afanó por hacer un mitin electoral para Andalucía, pidiendo a los votantes que huyan de la resignación y aspiren a algo mejor, que elijan el cambio. El argumentario de esta primera parte está hecho a la medida de lo que necesita Arenas para ganar. Es un hecho innegable el agotamiento, la necesidad de cambio para siete de cada diez andaluces –incluso independientemente de su preferencia política–. Ese caldo de cultivo es perfecto para el triunfo del PP. Al que acompaña además las secuelas de una crisis que ha actuado como una apisonadora sobre el mercado laboral andaluz, con un 30% de paro, y ha dejado a muchos jóvenes en la cuneta, desconcertados.
El problema es la segunda parte de ese mismo discurso de Rajoy. Ésa en la que llamó a los españoles al sacrificio, pintó de negro el futuro inmediato, advirtió de recortes durísimos y dejó muy claro que nada de tener esperanza. Un discurso que invita a cualquier persona sensible a la angustia vital y a la claustrofobia. Ambas experiencias incompatibles con el voto hacia un partido. Esa intervención de Rajoy la repitió con advertencias de igual intensidad el pasado jueves en Roma, el mismo día que se supo que la economía española se iba a llevar un año en recesión. Por más que el Gobierno de España se vaya a reservar hasta cinco días después del 25 de marzo sus Presupuestos, el presidente –que pide sensatez y no teme la explosión social– invita a echar la imaginación a volar hacia los peores escenarios. Esos que a Arenas en nada convienen.
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