Periodista
"Una cosa es ir de favoritos y otra de ganadores". La frase del número dos del PP andaluz, Antonio Sanz, fue la única oída en 48 horas de festín popular llamando a la prudencia. A pesar de que todos en el partido de Despeñaperros hacia arriba dan por hecho que Javier Arenas será el próximo presidente andaluz, los populares andaluces sienten vértigo. Llaman a no olvidar lo que les ocurrió en 1996, cuando los socialistas fueron capaces contra pronóstico de darle la vuelta a las encuestas y mantenerse en el poder en coalición con el PA.
Ahora el escenario es más ventajoso para el PP. Es mejor que nunca. Han encadenado dos victorias históricas en Andalucía (municipales y generales) y las encuestas internas hablan de 58 diputados populares en el Hospital de las Cinco Llagas. Hoy tienen 47. Mayoría absolutísima. Pero tienen que ir a por todas, en el PP saben que si no logran gobernar el golpe será letal. Para Arenas es su cuarto intento. El definitivo. Si no es presidente de la Junta de Andalucía a partir de abril su carrera política estará muerta. Podrá irse a Madrid, cobijarse en el Gobierno o en la dirección del partido, pero el PP andaluz tendrá que reinventarse definitivamente. Nadie lo espera, pero de vez en cuando frente a los discursos triunfalistas los dirigentes populares se remueven. Arenas es especialmente supersticioso con eso de dar por hecha la victoria Tanta euforia puede desmovilizar a sus electores y, sobre todo, animar a los desencantados a votar de nuevo a los socialistas. "Estamos muy cerca pero aprendamos de la experiencia, llegar aquí no ha sido fácil ni rápido", recordó Sanz en el plenario. Son tres décadas en la oposición, una travesía larguísima.
El Partido Popular de Andalucía tiene hecha su campaña. Sanz dejó escrito el formato de mitin que harán de aquí al 25 de marzo. Estaba pensado y medido. Quería en diez minutos (fueron doce) darle el argumentario a los populares que tienen por delante 36 días hasta las elecciones. Es el mismo discurso que llevan machacando dos años. Van a introducir pocos cambios. No cuentan con que el Gobierno de Mariano Rajoy y las medidas y recortes impopulares que se están adoptando vaya a cambiarles el guión. Si el PSOE apostará por centrar la batalla en una reforma electoral que, aseguran, "tritura" los derechos de los trabajadores y en una subida de impuestos que meterá la mano en la nómina de millones de andaluces, los populares piensan ignorar esos ataques y vender que lo más importante es pasar a la acción, salir del inmovilismo y comenzar a adoptar medidas. Quieren alimentar el discurso de la esperanza y del cambio en momentos en los que los ciudadanos lo están pasando mal y cuando hay más de un millón de parados. Lo cierto es que España pisa la recesión y no sale del pozo, pero ellos apelarán a "la herencia recibida". Además no piensan confrontar en lo ideológico. Defenderán la sanidad y la educación pública y en Andalucía evitarán cualquier polémica que les despegue del centro político hacia la derecha.
Irán a por todas con un discurso agresivo, duro, que hace un retrato feroz del socialismo andaluz. Insistirán en la triada paro, despilfarro y corrupción que ya emplearon con éxito en 1996 en contra del PSOE pero dando un paso más. El caso de los ERE, que investiga un juzgado sevillano y destapa una presunta trama corrupta con las ayudas a los parados y empresas crisis, será el hilo conductor. Sanz se mostró convencido de que "la corrupción y los ERE van a poner la puntilla" a 30 años de socialismo. El PSOE andaluz y el Gobierno se ligarán a "paraísos fiscales, cocaína, juergas y borracheras de altos cargos", como señaló ayer Sanz, en un tono durísimo y en un retrato que ensarta lo peor de lo peor de los que ha ido aflorando de la instrucción judicial del caso.
Arenas se reservará y evitará ese discurso tan destructivo, aseguran en su entorno. Es norma habitual en el PP que otros hagan el trabajo sucio y el candidato a la presidencia se reservará un tono más conciliador, con llamadas al cambio sin "revanchas" ni rupturas, y apelando al consenso y al diálogo social para frenar la destrucción de empleo. El perfil político de Arenas y su imagen entre la opinión pública será además uno de los flancos en los que ahondará el PSOE. Pese a la gran brecha entre socialistas y populares en Andalucía, las valoraciones de los líderes en las encuestas son siempre muy similares. Tanto José Antonio Griñán como Javier Arenas rozan, sin llegar, el aprobado. Ninguno goza por sí mismo y al margen de sus siglas de un tirón electoral relevante. El candidato del PP es un viejo conocido, son cuatro veces las que ha peleado como candidato. De Griñán harán el peor retrato. Ahondando en las heridas internas del PSOE-A, ayer mismo le llamaron "traidor" con Manuel Chaves y lo caricaturizaron como un político gafado: "Donde pone el ojo, pone el fracaso".
Y si hay un número fetiche en la campaña del PP es el 30. El 30% de paro que afecta a la población activa andaluza y las tres décadas de poder sin alternancia que queman a los socialistas serán sus grandes bazas. Es ese discurso ya conocido del Régimen socialista y demás el PP ha encontrado en el escándalo de los ERE una especie de prueba que refuta su denuncia. Los populares hablarán de "tragedia", de "drama social" y de que el cambio es una "urgencia".
Ahora el escenario es más ventajoso para el PP. Es mejor que nunca. Han encadenado dos victorias históricas en Andalucía (municipales y generales) y las encuestas internas hablan de 58 diputados populares en el Hospital de las Cinco Llagas. Hoy tienen 47. Mayoría absolutísima. Pero tienen que ir a por todas, en el PP saben que si no logran gobernar el golpe será letal. Para Arenas es su cuarto intento. El definitivo. Si no es presidente de la Junta de Andalucía a partir de abril su carrera política estará muerta. Podrá irse a Madrid, cobijarse en el Gobierno o en la dirección del partido, pero el PP andaluz tendrá que reinventarse definitivamente. Nadie lo espera, pero de vez en cuando frente a los discursos triunfalistas los dirigentes populares se remueven. Arenas es especialmente supersticioso con eso de dar por hecha la victoria Tanta euforia puede desmovilizar a sus electores y, sobre todo, animar a los desencantados a votar de nuevo a los socialistas. "Estamos muy cerca pero aprendamos de la experiencia, llegar aquí no ha sido fácil ni rápido", recordó Sanz en el plenario. Son tres décadas en la oposición, una travesía larguísima.
El Partido Popular de Andalucía tiene hecha su campaña. Sanz dejó escrito el formato de mitin que harán de aquí al 25 de marzo. Estaba pensado y medido. Quería en diez minutos (fueron doce) darle el argumentario a los populares que tienen por delante 36 días hasta las elecciones. Es el mismo discurso que llevan machacando dos años. Van a introducir pocos cambios. No cuentan con que el Gobierno de Mariano Rajoy y las medidas y recortes impopulares que se están adoptando vaya a cambiarles el guión. Si el PSOE apostará por centrar la batalla en una reforma electoral que, aseguran, "tritura" los derechos de los trabajadores y en una subida de impuestos que meterá la mano en la nómina de millones de andaluces, los populares piensan ignorar esos ataques y vender que lo más importante es pasar a la acción, salir del inmovilismo y comenzar a adoptar medidas. Quieren alimentar el discurso de la esperanza y del cambio en momentos en los que los ciudadanos lo están pasando mal y cuando hay más de un millón de parados. Lo cierto es que España pisa la recesión y no sale del pozo, pero ellos apelarán a "la herencia recibida". Además no piensan confrontar en lo ideológico. Defenderán la sanidad y la educación pública y en Andalucía evitarán cualquier polémica que les despegue del centro político hacia la derecha.
Irán a por todas con un discurso agresivo, duro, que hace un retrato feroz del socialismo andaluz. Insistirán en la triada paro, despilfarro y corrupción que ya emplearon con éxito en 1996 en contra del PSOE pero dando un paso más. El caso de los ERE, que investiga un juzgado sevillano y destapa una presunta trama corrupta con las ayudas a los parados y empresas crisis, será el hilo conductor. Sanz se mostró convencido de que "la corrupción y los ERE van a poner la puntilla" a 30 años de socialismo. El PSOE andaluz y el Gobierno se ligarán a "paraísos fiscales, cocaína, juergas y borracheras de altos cargos", como señaló ayer Sanz, en un tono durísimo y en un retrato que ensarta lo peor de lo peor de los que ha ido aflorando de la instrucción judicial del caso.
Arenas se reservará y evitará ese discurso tan destructivo, aseguran en su entorno. Es norma habitual en el PP que otros hagan el trabajo sucio y el candidato a la presidencia se reservará un tono más conciliador, con llamadas al cambio sin "revanchas" ni rupturas, y apelando al consenso y al diálogo social para frenar la destrucción de empleo. El perfil político de Arenas y su imagen entre la opinión pública será además uno de los flancos en los que ahondará el PSOE. Pese a la gran brecha entre socialistas y populares en Andalucía, las valoraciones de los líderes en las encuestas son siempre muy similares. Tanto José Antonio Griñán como Javier Arenas rozan, sin llegar, el aprobado. Ninguno goza por sí mismo y al margen de sus siglas de un tirón electoral relevante. El candidato del PP es un viejo conocido, son cuatro veces las que ha peleado como candidato. De Griñán harán el peor retrato. Ahondando en las heridas internas del PSOE-A, ayer mismo le llamaron "traidor" con Manuel Chaves y lo caricaturizaron como un político gafado: "Donde pone el ojo, pone el fracaso".
Y si hay un número fetiche en la campaña del PP es el 30. El 30% de paro que afecta a la población activa andaluza y las tres décadas de poder sin alternancia que queman a los socialistas serán sus grandes bazas. Es ese discurso ya conocido del Régimen socialista y demás el PP ha encontrado en el escándalo de los ERE una especie de prueba que refuta su denuncia. Los populares hablarán de "tragedia", de "drama social" y de que el cambio es una "urgencia".
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