Carreras

Kayros
Periodista

Quienes hayan vivido el período preagónico que trajo la transición verán ahora ciertas similitudes estudiantiles con la protesta social. Carreras, encapuchados, rotura de escaparates, cargas de la policía, manifestaciones. Rajoy afirma que las cosas no son fáciles. Tampoco eran fáciles cuando gobernaba Zapatero. Sin embargo, la derecha cuando estaba en la oposición creyó que con un poco de sentido común y con un gobierno como Dios manda saldríamos pronto.

Europa tiene prisa por conocer los presupuestos y demás noticias de las reformas. El PP no parece precipitarse al menos hasta que no pasen las elecciones andaluzas y se complete el mapa azul del poder conservador, algo así como la camiseta nacional que estrenó ayer la selección española. Mientras tanto la vida en su estadio más adolescente no se detiene. La vida estudiantil sale a la calle. Sin duda ven en peligro sus carreras. La reforma laboral da toda clase de facilidades al capital mientras el trabajador se parece a uno de esos barcos que ahora quedan a la deriva en alta mar. Se junta pues la urgencia de quien no tiene futuro con el deseo del gobierno que busca la rebaja del déficit. Esto se traduce en un malestar social a cuyo rebufo se han unido los sindicatos y algunos partidos de izquierda.

Aquí tenemos pues el primer paralelismo con el clima que precedió a la transición. Toda la derecha junto con su imperio mediático se han lanzado en tromba culpando a Rubalcaba de incendiar la calle. Ni siquiera la sospecha expresa de Rajoy de que esta reforma le costaría una huelga general vale ahora para comprender la actitud de los parados. Así que la calle reproduce como entonces las mismas carreras, los mismos encontronazos con las fuerzas de seguridad y sobre todo los mismos argumentos conservadores de siempre. La prisa que antes tenían para derrocar a Zapatero se ha trocado en una especie de calma chicha a la espera de que este gran país salga de sus problemas. Tenemos futuro, qué duda cabe, lo que no se sabe es cómo será.