Emiliano Domene
Empleado de Correos
Ya nadie discute la enorme acumulación de poder que ostenta el Partido Popular en nuestro país. Hablamos de un partido que gobierna en la gran mayoría de municipios, casi en todas las comunidades autónomas y que, tras las últimas elecciones generales, rige el futuro de la ciudadanía con una amplia mayoría absoluta en el Congreso. Pero su poder no es solo institucional o político, su poder abarca además lo mediático y lo económico. Ante esta situación los dirigentes del partido manifiestan sentirse totalmente legitimados para llevar a cabo cuantas reformas y recortes estimen oportunos, pues la “inmensa mayoría” de los ciudadanos los avalaron en las urnas.
Pero nada más lejos de la realidad. Frente a esa imagen que se intenta proyectar de que ha existido un gran aumento del apoyo hacia el partido conservador con un movimiento de izquierda a derecha existen unos datos reales y objetivos que desmontan esta teoría. De un censo de 34.150.000 personas, el PP recibió en las últimas elecciones 10.280.000 de votos , el 30’1% del total. El aumento de votos sobre las generales del 2008 fue simplemente de algo más del 2%. A la vista de estos datos nos damos cuenta de que, al contrario de lo que nos quieren transmitir ciertos medios de comunicación, es falso que la ciudadanía de este país haya apoyado de forma masiva al partido que se encuentra en el gobierno, lo cual no quiere decir que éste no haya alcanzado su posición por procedimientos inequívocamente democráticos, al menos tal y como actualmente se entiende nuestro sistema democrático.
Esta paradoja se produce, entre otras cuestiones, por una ley electoral retorcida e injusta en la cual no todos los votos valen lo mismo, por la debacle de un PSOE que pierde más de cuatro millones de votos por deméritos propios y por la enorme abstención de unos ciudadanos cansados y decepcionados con la difícil situación que vivimos. El electorado de izquierdas, mucho más crítico con sus propios partidos que el conservador, ha engordado en gran parte la abstención por la desilusión que ha supuesto para muchos el aval socialista a recortes y políticas neoliberales, así como una evidente falta de soluciones alternativas a la hora de gestionar la crisis.
El próximo 25 de marzo los ciudadanos andaluces volveremos a abordar un proceso electoral fundamental para nuestro futuro y ya desde distintos ámbitos se predice que la historia se repetirá. Pero el guión no está aún escrito y nadie debe escribirlo por nosotros. Con la perspectiva de la gestión realizada por las dos fuerzas políticas representantes del bipartidismo parece difícil esperar que no seamos la gente de a pie los principales afectados por una crisis que no generamos. La clave para evitarlo podría estar en todas esas personas que en su día decidieron no acudir a votar, pese a sentirse más cercanas a posturas de izquierda y de aquellas otras cuya enorme decepción trajo consigo la desidia y la desilusión traducida en abstención.
Puede ser éste un buen momento para no resignarse con aquello que desde hace meses nos marcan las encuestas, parar, mirar hacia el lado y salirse del camino. Puede ser el momento de fijarse en la izquierda alternativa y plural, alejada de frases vacías y poses de postal, en la cual los ciudadanos estén por encima de los mercados, consecuente con su propia naturaleza y demostrar que no somos datos, somos personas y como tales tenemos el poder de elegir nuestro propio camino, sin que nadie escriba la historia por nosotros. De llenar las urnas de indignación y rebeldía. Puede ser la hora de Izquierda Unida Yo me sumo a eso porque como dicen por ahí ya no basta con indignarse, es hora de comprometerse.
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