Pamplinas cavernarias

Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía

Si algo produce la sarta de pamplinas cavernarias que llega desde los rincones mediáticos más casposos de Madrid por el resultado de las elecciones autonómicas en Andalucía es cansancio. Un hastío infinito ante determinadas fijaciones obsesivas que han roto aguas cuando algunos se han topado con un final que la gran mayoría no se esperaba, empezando por mí mismo.

La discrepancia siempre es legítima y es más que lógica la irritación o la tristeza de quienes apostaron por un cambio en la Junta, pero en este caso en concreto se me escapan las razones por las que esa caterva de fanáticos sufre esos ataques tan espasmódicos de bilis. Les duele el resultado andaluz, vale, ¿pero merece éste un ataque tan brutal y ciego? No me voy a enrollar en una bandera blanca y verde para defender Andalucía de los insultos. Ofende quien puede. Y tampoco creo que haya que preocuparse en exceso de las protuberancias verbales de estos clarividentes.

Pero sí que viene bien recordar un par de cosas ahora que algunos se han tomado esto como una cuestión personal contra una tierra en la que viven ocho millones de personas que son cada uno hijos de su padre y de su madre. La primera es que si a alguien le vienen mal estas ‘ayuditas’ es precisamente al PP, que con estos amigos no ganarán en la vida por mayoría absoluta en Andalucía. Y la segunda es que, pese a lo que crean algunos, no todo vale. Ni en la política ni en la vida.

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