Tendencias de futuro para la agricultura de Almería

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundanción Cajamar

Obviamente, el futuro nunca está escrito de antemano, ni las tendencias actuales implican su seguimiento en adelante. No obstante, también es cierto que en medio de la incertidumbre, estas pistas pueden resultar esclarecedoras:
1.- El mercado europeo sigue siendo uno de los de mayor poder adquisitivo del mundo (Uclés y Cabrera, 2009), por lo que es uno de los objetivos más apetecidos por las producciones de países con bajos niveles de precios relativos, particularmente los del norte de África, ya que la poca distancia no compensa la diferencia de los costes de producción, aunque a este respecto algunos autores, como Aznar (2012), mantienen que la ventaja almeriense de contar con un sistema productivo local constituye, en si mismo, una importante ventaja productiva. En cualquier caso, la tendencia evidente es al aumento de la competencia en los productos y mercados tradicionales de la agricultura invernada almeriense, con una mayor intensidad en aquellos productos en los que haya una mayor importancia relativa de mano de obra.

2.- Otra de las tendencias de largo plazo, derivada en parte de la primera, es la clara evolución decreciente de los ingresos reales (eliminado el efecto de la inflación) en los productos de la agricultura protegida. La mejora de los rendimientos físicos, que había estado avanzado de forma paralela al descenso de las cotizaciones, ya no es suficiente para contrarrestar este fenómeno, por lo que los ingresos totales por hectárea están ya claramente en una senda decreciente. Este fenómeno, de prolongarse en el tiempo, y sin mediar una reestructuración de las explotaciones derivaría en la eliminación de muchos agricultores por mera asfixia económica.

3.- Como resultado de la reducción de la rentabilidad media de las explotaciones y al aumento de la competencia, llevamos dos décadas observando un incremento paulatino de la superficie media de las explotaciones. Para el caso de las hortalizas en regadío, los dos últimos censos (1999 y 2009) agrarios arrojan respectivamente 1,51 y 1,81 hectáreas invernadas por explotación, un incremento del 19,7%. Esto podría estar implicando una sustitución paulatina del modelo de explotación familiar por otro de empresas con mayores superficies de explotación a su cargo, como estrategia para compensar los menores precios, aprovechar economías de escala en los costes y ganar volumen para compensar los descensos unitarios y mantener los ingresos y beneficios totales. En este mismo sentido, en los últimos años se han multiplicado las iniciativas tendentes a concentrar la oferta en origen, mediante la fusión de empresas comercializadoras o la creación de cooperativas de segundo grado, en su caso. Esta es otra manifestación de la misma tendencia y de la que comentamos a continuación.

4.- El conocimiento exhaustivo del consumidor y el haber alcanzado unas enormes dimensiones han permitido a algunos minoristas (encuadrados en lo que se ha dado en llamar Gran Distribución) lograr un poder de mercado que, en ocasiones, les pone en situación de practicar actuaciones desleales  o de reducción de la competencia con sus proveedores (CNC 2010 y 2011). Entre las prácticas que les permiten un mayor control del mercado están la puesta en marcha de las marcas del distribuidor, que implican la disminución de referencias en los lineales y la reorganización de precios para alinear sus propios productos. Asimismo, en estos años de crisis, se ha podido observar la utilización de productos de “enganche” que se ofrecen a los consumidores a pérdida para atraerlos a los centros de ventas. Normalmente estos productos enganche son los alimentos básicos, entre los que se cuentan las frutas y hortalizas. El problema es que las pérdidas no se soportan en exclusiva en el último eslabón de la cadena, sino que se distribuyen hacia abajo por la misma, en virtud del desequilibrio de poderes tan grande que se da en la misma.

5.- Por otra parte, las exigencias de la Gran Distribución en cuanto a residuos de los productos y a cuestiones relacionadas con el entorno social en el que éstos se producen son cada día cuestiones más relevantes. Los consumidores parece que están despertando su conciencia ambiental y social. Ya no basta con que los bienes se pongan a su disposición con la mejor relación calidad precio. Ahora también se quiere estar seguro de que no se contribuye a la explotación de personas o recursos naturales. Junto con las exigencias crecientes en torno a la seguridad y salubridad de los productos, esta cuestión se convierte en uno de los principales factores explicativos de cara al futuro. La creciente certificación de las superficies en cada  vez más normas de más amplio espectro es la consecuencia directa que, con toda probabilidad, va a seguir actuando en las próximas décadas. En este sentido, el creciente acercamiento al residuo cero, podría implicar la convergencia de la agricultura de invernadero almeriense con el cultivo ecológico. La preponderancia actual del control biológico sería pues un paso previo en ese camino.

6.- En este sentido, otra de las tendencias evidentes a lo largo de los últimos años es el crecimiento sostenido de la superficie en ecológico (Cabrera y Uclés, 2011). Como ya se ha mencionado, la demanda se ha vuelto cada vez más sensible con las formas de cultivo de los productos agrarios, tanto desde el punto de vista de las técnicas de producción, como desde la perspectiva social. Por otra parte, el actual estado de los conocimientos y de la tecnología permite un uso más eficaz y eficiente de las técnicas ecológicas en el interior de los invernaderos, en los que las condiciones climáticas se mantienen más estables y favorables para las plantas. Por eso es cada vez más evidente la marcha de ambas magnitudes, oferta y demanda, hacia este tipo de productos. Lo cierto es que actualmente se mantiene una cierta diferencia de precios entre ambas producciones, pero es fácil de imaginar un futuro no muy lejano en la que los productos ecológicos sean la norma en el mercado europeo, con el consiguiente realineamiento de precios y el regreso de las tendencias deflacionistas.

7.- En la línea con los últimos aspectos señalados, la sostenibilidad desde el punto de vista ambiental es muy probable que se termine convirtiendo en una característica del producto, que será valorada como tal por los consumidores. No se tratará ya de una mera cuestión de supervivencia a largo plazo (que siempre lo ha sido),sino de una variable de carácter comercial y que, por tanto, tendrá consecuencias en el corto plazo. En este sentido, el estado de los acuíferos se convierte en una cuestión relevante. El sistema productivo basado en el invernadero es ciertamente muy eficiente en el uso del agua, en el sentido que extrae de ella el máximo rendimiento tanto en términos físicos  como económicos. El problema es que, desde hace muchos años, estamos extrayendo de los acuíferos más agua de la que entra por los procesos de recarga naturales, ahondándose así los problemas relacionados con la merma de calidad de la misma y el aumento de los costes de bombeo. Ciertamente, no es previsible que las demandas agrícolas crezcan demasiado, al menos a medio plazo, por lo que con medidas extras de ahorro, de reaprovechamiento y de acopio de escorrentías y lluvias, sería posible reducir este problema en gran medida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario