José Fernández
Periodista
El pasado miércoles, mientras millones de andaluces veíamos en directo a través de Canal Sur cómo se le escapaba al Real Madrid la oportunidad de ir a Munich a levantar la Décima, el comentarista insistía en que después del partido la televisión de todos los andaluces ofrecería un magnífico programa acerca del vigésimo aniversario del AVE entre Sevilla y Madrid. Y claro, uno no sabía qué le resultaba más penoso, si ver a los alemanes celebrando su pase sobre el césped del Bernabéu, o la descarada ración de autobombo y propaganda que nos quería endilgar, una vez más, el giraldismo televisivo andaluz. Así es fácil entender que cada vez sean más los almerienses que tengan desintonizado de sus tedetés ese canal, porque ya me dirán ustedes si la contemplación de todas las ventajas, logros y maravillas que el AVE de Sevilla supone a los sevillanos no debe ser entendido en Almería sino como un alarde tan innecesario como provocador.
Y es que si un marciano lograse sintonizar Canal Sur, acabaría pensando que Andalucía es la zona más evolucionada, próspera y feliz de todo el planeta Tierra. Pero visto desde Almería (algo en lo que jamás se piensa a la orillita del Guadalquivir) exhibir el gozo supremo del AVE sevillano resulta tan impresentable como emitir los programas de Arguiñano en la televisión de Burkina Faso. ¿Qué demonios nos importa aquí lo cómoda y rápidamente que viajan los sevillanos a Madrid desde hace veinte años si los desventurados pasajeros almerienses que tomen esta tarde el Talgo a Madrid llegarán a la capital de España bien entrada la noche y con los riñones molidos por el insufrible traqueteo?
En fin, que los señores de Canal Sur y sus productoras amigas bien podrían irse a esparragar a toda velocidad en su notable y celérico AVE. Eso sí, si en lugar de hacer escaparatismo repujado quieren hacer algo de reporterismo de interés público, les animo desde aquí a que hablen de las comunicaciones actuales de la provincia de Almería, de su Talgo renqueante, de la autovía inconclusa a Málaga y, ya que les gusta tanto la memoria infraestructural, de los diez años que tardó la A-92 en llegar a Almería. Pero no hay vagones.
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