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Izquierda Unida no es un partido político. Es una coalición de partidos. En Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía (IU-LV-CA), que ése es el nombre oficial, conviven organizaciones tan variadas como el Partido Comunista de Andalucía (PCA), la Unión de Juventudes Comunistas de Andalucía (UJCE-A), el Colectivo Andaluz de Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierda (CUT-BAI) e Iniciativa Socialista de Izquierda (ISI). Tiene también una corriente interna, denominada Independientes de Andalucía, y no faltan colectivos y personas “que voluntariamente aceptan y practican la política de IU”. Esta composición tan diversa tiene sus ventajas. La principal, que se abre a ciudadanos que no comparten necesariamente la ideología comunista. Pero tiene también sus inconvenientes. Uno de ellos, que la toma de decisiones choca con una maraña de intereses, con resultados imprevisibles.
El electorado andaluz ha otorgado IU un papel determinante. Ahí es nada: discernir si Andalucía va a tener un Gobierno de izquierdas o un Gobierno de derechas. El electorado se ha inclinado por la izquierda, pero del mismo modo obró en Extremadura y quien gobierna es el Partido Popular. Diego Valderas, el coordinador regional de IU, sabe que si traslada esta cuestión a los afiliados es posible que éstos saquen a relucir su viaje animadversión hacia los socialistas. Por eso anda confundido. Quiere convocar a sus bases a un referéndum, pero no sabe qué consultarles. Desechada la contundente pregunta de Extremadura (“¿debe IU apoyar la investidura de Fernández Vara o debe abstenerse?”), la misma puede versar, dice, “sobre contenidos políticos y acuerdos de máximos y mínimos”. ¿Y eso cómo se come? Expectantes estamos por saberlo.
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