Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
Izquierda Unida en Andalucía es complicada. Una suma de corrientes, familias e ideologías que a lo largo de los últimos años han probado todo tipo de pulsos y alianzas internas. Y el hecho de que IU haya sido el partido que en las últimas elecciones andaluzas ha ganado más votos no cambiará su idiosincrasia. Por muy fortalecido que haya salido de las urnas, IU ha llevado durante todos estos años en Andalucía la etiqueta de partido inestable, de poco fiar, que se han esmerado en colgarle los socialistas desde aquella pinza con el PP en 1994 y que ellos mismos han confirmado con batallas internas que han dilapidado a sus mejores rostros electorales. Ahí quedaron Rosa Aguilar o Concha Caballero.
Todo esto será difícil de cambiar si continúan enrededados en su debate interno en un momento tan complicado como el que ahora atraviesa Andalucía. Mientras PSOE e IU dan tímidos pasos para negociar un futuro Gobierno, dentro de la federación de izquierdas no hacen más que poner palos en las ruedas del acuerdo. Condiciones inasumibles, portazos y pulsos con "las bases", ese abstracto tan codiciado por los dirigentes.
Si el alcalde de Marinaleda (Sevilla), líder del CUT-BAI y diputado por Sevilla, Juan Manuel Sánchez Gordillo, acapara titulares y foco mediático es porque en su día los comunistas del PCA le hicieron importante, le otorgaron muchísimo poder en un pulso con la corriente de la exdiputada Concha Caballero. El CUT-BAI y el Sindicato Andaluz de Trabajadores de Diego Cañamero no son mayoría dentro de IU, que ahora mismo dominan numéricamente los comunistas del PCE. Son más bien una minoría poderosa, que siempre ha jugado muy bien sus cartas y ha sacado tajada de los pulsos internos. Y son la minoría que más sale en las televisiones. La que acapara reportajes y es capaz de convertir al mismísimo Cayetano de Alba en el Duque Rojo. La minoría más dura, la más radical, la que ahora alaba el PP como la única "coherente".
Esa minoría fue la que el pasado jueves, mientras los demás andaban de merecidas vacaciones, convocó a un grupo de militantes en un pueblo de Sevilla, Paradas, dentro del área de influencia del CUT-BAI, en plena sierra sur, el bastión de Sánchez Gordillo. De aquella reunión vendieron el siguiente titular: "Las bases de IU rechazan un pacto con el PSOE". Abrían la puerta así a un gobierno del PP en Andalucía, como ocurrió el pasado mayo en Extremadura. Rápidamente los camaradas comunistas replicaron y cargaron abiertamente contra Sánchez Gordillo. Le advirtieron de que él no puede erigirse en la voz de los militantes. Una cadena de tuits dejaron en evidencia la agitación interna: "Yo y mis camaradas también somos bases de IU y Gordillo no nos representa", venía a decir la matriz del mensaje que rápidamente asumieron militantes y dirigentes de la federación de izquierdas. El diputado nacional y secretario general del PCE, José Luis Centella, remató con otro mensaje: "Los que hoy piden que hablen las bases deberán acatar lo que estas digan".
Así están las cosas dentro del partido que con sus 12 diputados ostenta la llave del poder político de Andalucía para los próximos cuatro años. El coordinador regional de IU, Diego Valderas, ya ha dicho públicamente que lo que haga Sánchez Gordillo "no le quita el sueño". Numéricamente el alcalde de Marinaleda es irrelevante. Dentro de su formación cada vez son más los que quieren y desean que el líder del CUT-BAI pase al grupo mixto dentro del Parlamento andaluz. Y ese es el deseo generalizado dentro de las filas socialistas, que recibirían como un regalo no estrechar la mano de Sánchez Gordillo en una futura alianza.
Quizás el foco esté mal puesto. El diputado de IU por Málaga Alberto Garzón, el político más influyente en la red según voces expertas, escribía días atrás sobre la importancia de apoyar la investidura de un gobierno en minoría que presidiría José Antonio Griñán pero del que IU no entraría a formar parte. "Resistencia en las instituciones, construcción en la calle", concluye. Ese es el escenario que cobra más fuerza. Sobre el que deberán pronunciarse los militantes. Y el más temido para los socialistas, que deberán someter cada paso que den a la voluntad de los camaradas. En el PSOE algunos ya lamentan en voz baja que Diego Valderas será "el Carod Rovira andaluz" mientras que otras voces del PSOE no se esconden para decir que no se puede pactar con IU a cualquier precio. El PP mira con esperanza y se autoconvence de que el Gobierno de izquierdas no durará mucho tiempo. Todavía ni se ha perfilado. Esta semana será clave para las negociaciones.
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