Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
"Quisiera, en primer lugar, felicitaros por la gran representación parlamentaria que habéis obtenido el pasado 25 de marzo en las elecciones andaluzas”. Si hace siete días hubieran preguntado por el autor, los acertantes habrían hecho la quiniela de su vida. El entrecomillado arranca la carta que el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, ha enviado al secretario general del PSOE-A, José Antonio Griñán, a quien le pide un encuentro para negociar un posible gobierno de coalición.
Contra todos los pronósticos, dejando en evidencia las encuestas y demostrando que el ciudadano cada vez presta su voto con condiciones más prácticas e inmediatas, el PP no obtuvo en Andalucía la mayoría absoluta con la que llevaban casi dos años laureándolo los sondeos y que prácticamente confirmaron las elecciones municipales de mayo y generales de noviembre. Se quedó no al borde, sino a cinco diputados. Si el PP derrumbó varios mitos en los comicios que precedieron a las andaluzas, los ciudadanos han terminado por derribar otros cuantos en las urnas el pasado domingo.
Primero: las encuestas no sirven como pronóstico, responden a la fotografía de un instante y no son fiables para que los partidos elaboren sobre ellas sus estrategias.
Segundo: La abstención no castiga siempre a la izquierda. El PP no movilizó a sus votantes en un momento crucial, cuando se acariciaba el cambio por el que llevan 30 años peleando. Era ahora o nunca y el mito de la fidelidad inquebrantable del votante popular, ese que tanto envidia el socialista, se ha esfumado.
Tercero: Un grupo cada vez más importante de ciudadanos no se casa con nadie a la hora de votar. Si usted votó al PP en noviembre y el pasado jueves acudió a la huelga general indignado con la reforma laboral planteada por el Ejecutivo, no es rara avis. Los expertos dicen que su voto exige soluciones urgentes para cada momento. El PP ha perdido 400.000 votos en Andalucía en cuatro meses. Casi medio millón de apoyos se han esfumado. Una bolsa importantísima dentro de los seis millones de andaluces llamados a las urnas. Muchos fueron apoyos prestados por los ciudadanos en las generales, con los que quisieron expresar su castigo al Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Han bastado 100 días de Mariano Rajoy en el poder para que muchos de esos votantes hayan elegido una papeleta distinta con la que han querido reprobar igualmente al nuevo presidente. En la era de Twitter y de los mensajes telegráficos, el voto responde a la urgencia del momento y es muy volátil.
Cuarto: El votante de izquierda ha dejado de ser extremadamente severo al castigar la corrupción, mientras que el de derechas es más indulgente con estos asuntos. El caso de los ERE ha destapado el peor y más maloliente caso de corrupción en el Gobierno andaluz y pese al castigo en las urnas a los socialistas, éste no fue suficiente para impedir que sigan gobernando. El cambio por el cambio tampoco vence ni convence.
Y quinto: Las campañas electorales y los debates televisivos no sirven. Otro mito caído. Posiblemente como nunca antes en Andalucía, los quince días de campaña han sido decisivos. Tampoco los ciudadanos se guían por los programas, aunque no admiten que se haga todo lo contrario de lo el líder en cuestión dijo que se haría. La mentira es lo que más se castiga. Lo sabe Zapatero y lo ha probado Rajoy, que negó la subida de impuestos y elevó el IRPF al poco de llegar.
Si el PP en Andalucía ‘perdió’, ha ocurrido por lo que ha dejado de decir Arenas, pero sobre todo por lo que ha dicho el presidente Rajoy, traducido en avisos y advertencias a los ciudadanos por PSOE e IU, con la inestimable ayuda de los sindicatos. Pocos expertos niegan que Arenas escogió la campaña que menos le convenía. Optó por un perfil bajísimo y por la teoría del gurú de su partido, el sociólogo sevillano Pedro Arriola, defensor del cuanto menos hagas, más sumas.
El aludido argumentó que entre los andaluces hubo mucho voto oculto y mucho socialista “avergonzado”, incapaz de decirle al encuestador que repetiría con el PSOE. Un argumento facilón para un gurú de su talla pero que, eso sí, casa a la perfección con lo oído en tertulias y otros foros mediáticos-circenses, en los que híbridos entre periodistas y radicales de cada partido braman y difaman. Al andaluz le ha tocado el sambenito de inculto, rojo salvaje, radical, pueblerino, estómago agradecido, tonto… Eso sí, los que dicen sin reparo que la andaluza es una “sociedad enferma” aplaudieron encarecidamente que los valencianos ratificaran la mayoría absoluta del PP con su expresidente sentado en el banquillo y una pestosa trama, la Gürtel, cercando a Gobierno y partido.
Queda claro que en democracia –“el reino de la indeterminación y el futuro incierto”– no hay respuestas sino preguntas. ¿Aguantará Arenas la presión de estar en la oposición con el PP pendiente de su sucesión? ¿Será capaz Griñán de aguantarle el pulso a IU? ¿Se sentirá ahora líder para hacer cambios de verdad en el PSOE y entender el aviso de las urnas? ¿Aprovechará IU su tirón para orillar teorías casposas y modernizarse? ¿Habrá gobierno de izquierdas hasta 2016 o caerá antes? Cualquier pronóstico puede estar equivocado.
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