Presupuestos de Gobierno y oposición

Antonio Lao
Director de Diario de Almería
 
Un destacado dirigente del Partido Popular de Almería, posiblemente barruntado la que se avecinaba, reconocía en este periódico la semana pasada que la provincia iba a recibir poco menos que migajas de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). En la misma línea, el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al hablar de sus primeros 100 días al frente del Ejecutivo aseguraba, con solemnidad, que "no son tiempos de construir pabellones, aeropuertos o autopistas".

Ambas afirmaciones tienen la misma raíz, el mismo concepto y, si hablamos en términos políticos, el mismo argumentario: hay que ajustarse el cinturón, sí o sí. Una vez que ya conocemos las cifras de Almería vemos que confirman, punto por punto, incluso con comas, la predicción del dirigente popular. Esta tierra, mal que nos pese, verá reducidas las inversiones del Estado el próximo año en aras a la crisis y con el objetivo de alcanzar el déficit del 5,3% planteado por el Ejecutivo y solicitado por Bruselas.

Quiero creer, y me aferro a ello como a un clavo ardiendo, que no avanzando nada más que lo justo en el AVE entre Murcia y Almería; ralentizando la autovía con Málaga; aparcando para mejores tiempos el soterramiento o minimizando el impacto del Plan del Agua -qué decir del Trasvase del Ebro- vamos a sentar las bases de nuestro crecimiento futuro.

Y lo quiero creer porque ya me quedan pocas cosas a las que agarrarme en esta crisis maldita, que nos esquilma como a las caladeros, y a la que no se le ve final por ninguna parte. Pero ante tanta fe y buena voluntad, me van a permitir al menos el recurso al pataleo, mi opción a una crítica legítima hacia aquellos que hasta hace unas fechas vociferaban y amplificaban con altavoces las rácanas cifras del Estado para con esta provincia e, imbuidos de bruja Lola con varita mágica, aseguraban que cuando ellos llegaran a La Moncloa esto iba a ser poco menos que jauja.

Pues va a ser que no. Que una cosa es lo que se dice desde la oposición, en la que la incoherencia la mayor parte de las veces se impone, y otra cuando estás en el Gobierno. Aquí, por fortuna para todos, lo que prima es el interés general. O eso quiero pensar.

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